Anteriormente, la única información oficial había sido un comunicado que anunciaba la posibilidad de “pasar de una producción de seis a cien millones de cerdos en un período de cinco a ocho años”. Ni productores porcinos ni entidades ecologistas tenían detalles del acuerdo que proponía aumentar 16 veces la producción porcina. La falta de información generó gran revuelo en la sociedad argentina y, días después, la Cancillería se retractaba y corregía la información difundida, reduciendo la cantidad de carne porcina a producir. Más adelante, se filtraba un documento del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca sobre el acuerdo en el cual se mencionaba que cada establecimiento ocuparía “al menos 100 hectáreas”, ubicadas en regiones con al menos “12.000 hectáreas de plantación de maíz y 5.000 de soja” para alimentar a los animales y “1.500.000 litros de agua por día”.
Con estas cifras en la mesa, entre la población argentina se generó una preocupación sin precedentes. Su inquietud estaba totalmente justificada. Solo tenían que mirar al otro lado del charco, a España, para ver las nefastas consecuencias de la exportación masiva de porcino a China.
En 2020, España fue el primer exportador de carne a China. Las exportaciones al gigante asiático aumentaron debido al brote de peste porcina africana, que provocó el sacrificio de millones de cerdos en el país. Estas ventas fueron posibles gracias al acuerdo que firmaron los gobiernos chino y español en 2018, que permitía la exportación de carne fresca y embutidos.
Como consecuencia, España es el país de la Unión Europea que tiene la mayor cabaña porcina. Según los datos del MAPA de mayo de 2020, España cuenta con más 31,37 millones de cerdos, una cifra que ha aumentado casi un 20 % en los últimos siete años. El año pasado, se sacrificaron 54 millones de cerdos, más de un millón de individuos cada semana.
Para dar cabida a esta ingente cantidad de cerdos, ha sido necesaria la proliferación de macro granjas, instalaciones con más de 2.000 cerdos y 750 cerdas reproductoras.
Una de las consecuencias más visibles de estas “explotaciones de mayor tamaño” es la contaminación de las aguas debido a los purines. La situación es tan grave que, en julio de 2020, la Comisión Europea dio un ultimátum a España para que gestionara mejor sus purines y redujera los niveles de nitratos de las aguas subterráneas.
Otro de los impactos negativos de estas macro granjas porcinas es la desrruralización. Al contrario de lo que afirman los defensores de las explotaciones intensivas, estas destruyen más empleo del que generan.
El poco empleo que generan estas explotaciones es precario. Los ganaderos son la mano de obra, falsos autónomos que trabajan a disposición de la integradora, la empresa matriz, que proporciona atención veterinaria, pienso, transporte… Y fija el precio de comercialización. Además, estos trabajadores tienen riesgo de padecer serios problemas de salud, como enfermedades respiratorias (bronquitis, asma, fibrosis pulmonar…), pérdida auditiva, enfermedades de la piel e incluso zoonosis como Hepatitis E cisticercosis.
En lugares como estos, en los que viven hacinados tantos animales genéticamente similares, es fácil que aparezcan y se propaguen multitud de enfermedades. Para intentar evitar que esto ocurra, se administran antibióticos de manera abusiva.
Se quedan en el tintero multitud de problemas asociados con las macro granjas porcinas en España, como la cantidad de agua que usan estas instalaciones, su impacto en otros sectores como el turismo, la contaminación del aire debido a los purines, los malos olores, la falta de transparencia en su gestión, las irregularidades en las licencias para su construcción o ampliación o las subvenciones que se llevan estas grandes empresas.
España ha priorizado la economía a corto plazo, favoreciendo a uno de los sectores más poderosos del país, sin pensar en el impacto en el medio ambiente, en la salud de sus ciudadanos, en el bienestar animal o en la desruralización de sus pueblos.
Argentina conoce el impacto que ha tenido en España la producción de porcino para China. Y sabe que es necesario “aprender de sus fallos”. Así lo afirmó Silvia Vázquez, directora de Asuntos Ambientales de la Cancillería Argentina. Meses después, Vázquez dimitió de su cargo “para ser leal a sus convicciones”.
Aunque la Cancillería Argentina niega que se esté avanzando con el acuerdo, las organizaciones ambientalistas alertan de que el proyecto avanza en privado para evitar un nuevo revuelo social. La información disponible parece indicar que están en lo cierto, ya que en noviembre de 2020, la provincia del Chaco anunció la instalación de tres macro granjas de cerdos, con una inversión de capitales del país asiático de 129 millones de dólares. Y en enero de 2021, La Rioja anunció una inversión local para desarrollar estos recintos y dejó trascender que la empresa Cerdo de Los Llanos Sapem apunta a llegar a las 20.000 cabezas.
Argentina aún tiene la oportunidad de aprender de España y no pagar el elevado precio que tiene convertirse en el “patio trasero” de China. Aún puede decir que no a un modelo productivo que es el reflejo del consumismo más despiadado, que está acabando con nuestro planeta, sus habitantes y nuestras conciencias. Ojalá no se repita la historia.
Fuente: El País