El 19 de marzo de 2013 era entronizado el papa Francisco, lo que marcó el inicio de su pontificado. A 9 años de su entronización opinó para Télam el diputado nacional (FdT), Eduardo Valdés, ex embajador de Argentina en el Vaticano.
Hoy se cumplen 9 años de la entronización del Papa Francisco en el trono de Pedro.
Recuerdo perfectamente el lugar y la hora en que estaba cuando me enteré que Jorge Bergoglio había sido anunciado como nuevo Papa. Llamé a Alicia Oliveira, su gran amiga, lloraba desconsoladamente, no de emoción como todos los argentinos, sino de tristeza porque no lo iba a ver más.
Si hay algo que me conmueve del Papa Bergoglio, como lo llaman los vaticanólogos, es su geopolítica pastoral. Es un gran motivador para que las partes enfrentadas se sienten en una mesa. No es poca cosa. Lo hizo con Cuba y Estados Unidos. Lo hizo en Colombia donde después ganara el NO en aquel referéndum por la Paz, se puso ese país al hombro, juntó a Álvaro Uribe y al presidente José Manuel Santos en El Vaticano y lo coronó con su viaje a ese país el 6 de septiembre de 2017. Está realizando gestiones de paz entre Armenia y Azerbaiján; Armenia y Turquía, las dos Coreas, Israel y Palestina, con Irán y el G5 por el desarme nuclear. Hay veces que sus oficios dan resultados y otras no. Pero no cesa en su compromiso.
Su primera herramienta fue la fuerza de la oración. Cuando el presidente Barack Obama anunció una invasión a Siria, Francisco convocó a una jornada mundial de oración para impedirlo. Fue tan arrolladora la acción ese sábado 7 de septiembre de 2013 –»que se eleve fuerte en toda la Tierra el grito de paz», dijo el Pontífice- que el presidente Obama en la cumbre del G20 en San Petersburgo se vio forzado a declinar la acción, luego que Vladimir Putin pusiera en la orden del día una carta del Pontífice a los líderes del G20. Ese fue su debut como máximo constructor de puentes y destructor de muros.
Dicen en Roma que los Papas definen su Papado en la primera salida del Vaticano, dentro de Italia y fuera de ella. Francisco viajó a la Isla de Lampedusa, último enclave de Italia cerca del África, para vestir de coherencia su discurso sobre la necesidad de que la Iglesia salga de su ensimismamiento y busque las periferias existenciales del mundo. Miles y miles de iraquíes, libios y sirios sobreviven en barcas huyendo de la desintegración que comenzó Occidente y siguió el Estado Islámico. “¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos?” Ninguno, respondemos, yo no tengo nada que ver, somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llanto”, “Ellos están acá, porque antes nosotros estuvimos allá”, fueron sus expresiones más terminantes.
Ha instalado discusiones y términos que llevan su marca registrada para denunciar los males actuales de la globalización. Así habló de la “Culturas de la indiferencia».
No son migrantes, dice Francisco, son refugiados que huyen de las guerras. “Malditos los que fabrican armas y malditos los que las venden, esos son los que hacen las guerras”.