La tos convulsa, también conocida como tos ferina, está resurgiendo con fuerza en distintos puntos del país y la región, generando preocupación entre pediatras y especialistas en salud pública. La principal causa del incremento sería la baja cobertura de vacunación registrada durante y después de la pandemia de COVID-19.
Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), los niveles de vacunación contra la difteria, el tétanos y la tos ferina (DTP) tocaron mínimos históricos en 2021. Aunque los números comenzaron a recuperarse lentamente en 2023, aún se mantienen por debajo del umbral necesario para frenar la transmisión comunitaria.
La enfermedad es causada por la bacteria Bordetella pertussis y resulta especialmente peligrosa para los bebés menores de seis meses, quienes todavía no han podido completar el esquema de vacunación. Los síntomas inician como un resfriado común, pero pueden escalar a crisis de tos intensas, vómitos y episodios de dificultad respiratoria, señala #LA17.
“La población más vulnerable son los bebés, embarazadas no vacunadas, adultos mayores y personas con enfermedades respiratorias”, explicó la Dra. Valeria El Haj, directora médica de OSPEDYC. En los casos más severos, la tos convulsa puede provocar coloración azulada de la piel, ahogos y complicaciones que requieren internación.
Las autoridades sanitarias recomiendan completar los esquemas de vacunación de acuerdo con el calendario nacional:
- En bebés y niños, la vacuna cuádruple, quíntuple o séxtuple debe aplicarse a los 2, 4, 6 y 18 meses, con refuerzo a los 5 años.
- En embarazadas, la aplicación de la vacuna triple bacteriana acelular desde la semana 20 de gestación permite proteger al recién nacido.
- En adultos, se sugiere un refuerzo cada 10 años.
El tratamiento varía según la etapa del diagnóstico. En fases iniciales, los antibióticos pueden reducir la transmisión y aliviar síntomas. Sin embargo, en fases avanzadas, los cuidados se enfocan en evitar complicaciones graves, sobre todo en lactantes.