Hazaña patagónica. El 23 de abril de 1925, desde Buenos Aires, el profesor suizo Aimé Félix Tschiffely emprendió una travesía ecuestre que marcaría un hito en la historia. Acompañado por Gato y Mancha, dos caballos criollos nacidos en Alto Río Senguer, Chubut, inició un viaje de más de 21.500 kilómetros a través de 13 países.
Origen patagónico
Estos caballos no fueron elegidos al azar. Criados por la familia Liempichún, de la comunidad mapuche-tehuelche, en armonía con la naturaleza patagónica, Gato y Mancha heredaron la resistencia y nobleza de la raza criolla. El doctor Emilio Solanet, reconociendo sus cualidades únicas, los adquirió directamente del cacique Liempichún.
Una travesía legendaria
Durante tres años y medio, Gato y Mancha demostraron su espíritu indomable. Desde el cruce del paso El Cóndor en Bolivia, a casi 6.000 metros de altura, hasta su triunfal llegada a Nueva York en septiembre de 1928, su hazaña fue celebrada en todo el mundo.
A cien años de aquel día, Alto Río Senguer rinde homenaje a los protagonistas de esta gesta y a la familia Liempichún y la comunidad originaria que los crió. El Festival de Gato y Mancha, que se celebra desde 2006, reafirma el valor de las raíces patagónicas y el reconocimiento a las culturas originarias.
La historia de Gato y Mancha es un testimonio del espíritu aventurero y la resistencia del caballo criollo. Su legado perdura como símbolo de la identidad patagónica y el respeto por las culturas ancestrales.