La violencia se desató en las calles de Katmandú luego de que manifestantes indignados incendiaran el Parlamento y exigieran la renuncia del primer ministro KP Sharma Oli, en medio de fuertes acusaciones de corrupción.
Nepal vive horas de extrema tensión política y social tras una jornada violenta que dejó al menos 19 fallecidos y culminó con la renuncia del primer ministro KP Sharma Oli. Según información de agencias internacionales, los manifestantes irrumpieron en el Parlamento y lo incendiaron, en una escalada de violencia sin precedentes en la joven democracia nepalesa.
Protestas mortales y represión policial
El estallido social se produjo tras la violenta represión de las protestas del lunes, donde según Amnistía Internacional, la policía utilizó munición real contra los manifestantes. Esta acción generó más indignación en una población que ya venía protestando por denuncias de corrupción en el gobierno de Oli. El ejecutivo respondió bloqueando el acceso a 26 plataformas de redes sociales, incluyendo Facebook, YouTube y X, medida que solo avivó más los ánimos de los protestantes.
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Renuncia bajo presión y caos institucional
En medio del caos, con el Parlamento en llamas y la residencia del primer ministro incendiada, KP Sharma Oli presentó su renuncia formal. En su carta al presidente, el mandatario justificó su decisión afirmando que lo hacía «con el fin de dar nuevos pasos hacia una solución política». La violencia también se dirigió contra otros funcionarios, como el ministro de Finanzas, Bishnu Paudel, quien fue humillado públicamente por los manifestantes.
Crisis política y descontento social acumulado
La crisis venía gestándose desde antes de estas violentas protestas. Hasta cinco ministros del gabinete de Oli habían presentado su renuncia en las últimas 24 horas, incluidos los titulares de Interior y Agricultura, este último acusando al gobierno de «comportamiento dictatorial». Nepal, un país con 30 millones de habitantes donde el 43% de la población tiene entre 15 y 40 años, enfrenta graves problemas estructurales: inestabilidad política, corrupción generalizada y un crecimiento económico insuficiente que mantiene un desempleo del 10%.
La promesa de estabilidad y desarrollo tras el fin de la monarquía en 2008 sigue sin cumplirse, y la paciencia de los nepaleses, especialmente de los jóvenes, parece haberse agotado por completo. Información extraída del medio TN.