En la Argentina de Cambiemos alimentarse no sólo es cada vez más caro sino que además se ha convertido en un riesgo para la salud. Este informe busca alertarte sobre la manera en que meten la mano en el bolsillo de la gente y, sobre todo, cómo engañan al consumidor con información falsa sobre los productos que venden y que ponen en serio riesgo la salud de los argentinos.
istóricamente la Argentina ha sido un país productor de alimentos y su fama traspasó las fronteras no sólo por cantidad sino también por calidad. Sin embargo, para el argentino hoy comprar esos alimentos es cada vez más difícil por los precios que no guardan ninguna relación con sus costos de producción pero también cada vez más peligroso por sus componentes y por la falsa información que brindan las compañías productora de esos alimentos.
Empecemos por los precios. La leche, un producto del que Argentina supo ser uno de los primeros productores mundiales, está hoy cada vez más lejos de los bolsillos de argentino medio. No en vano las estadísticas indican que su consumo cayó hasta un 30 por ciento en el último año y medio.
¿Cómo es posible que un litro de leche en góndola de supermercado cueste un promedio de 23 pesos el litro en un país que produce más de 10 mil millones de litros por año? Básicamente por dos factores: el flete y la ganancia del supermercado y en un plano similar por el alto impacto del IVA que es del 21 por ciento sobre su valor final.
De este modo, el productor recibe entre $ 5,50 y $ 5,80 por litro de leche. Luego la recolección, el procesado, el empaque y la distribución supone un costo de 12,50 por litro que es lo que el supermercado paga para llevarlo a sus góndolas.
De los $5,80 que recibió el productor tambero salta a $22,50 en promedio por litro en los supermercados. Si se le resta el IVA del 21 por ciento el precio queda en $17,78 que es lo que supuestamente recibe el super. Conste que aquí hacemos el cálculo sobre la base de un litro de leche común sin más aditamentos que la pasteurización, ya que hay supuestas leches fortificadas o especiales cuyos precios al consumidor superan holgadamente los $30 o $35 pesos por litro.
En el caso del la harina para el pan y la carne, los valores en mostrador se explican por los altos márgenes de ganancia que obtienen los últimos eslabones de la cadena. El kilo de pan hoy promedia los $40 de los cuales un 35 o 40 por ciento representan la ganancia neta de la panadería.
En el caso de la carne, de la hacienda al frigorífico existen costos de flete que no siempre se explican por la logística sino por valores especulativos que inciden en su precio final.
El frigorífico tiene la ventaja de la comercialización por otros canales de los cortes de descarte, cuero y sangre del animal por lo que sus márgenes de ganancia son aún superiores a los de los comercios, donde siguen siendo altos y eso explica la caída del consumo. Hoy ningún corte vacuno baja de los 120 pesos kilo el más barato.
LA INDUSTRIA DE LOS ALIMENTOS
Si ya vimos porqué es tan caro adquirir productos básicos de la canasta alimentaria, ahora veremos porqué también es cada vez más peligroso el consumo de determinados productos industrializados,muchos de los cuales ponen en grave riesgo la salud de los consumidores.
Un reciente estudio de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Exactas de la Fundación UADE, que no puede ser sospechada de “kirchnerista” u opositora al actual gobierno, dejó al descubierto las mentiras de los productores sobre el contenido de lo que consumimos.
Por ejemplo, detectó el “aceite con oliva”, que “engaña” al consumidor. Su composición es 40% de oliva y 60% de girasol. También halló la “miel falsa”, que se vende como miel real, pero que “en letra muy pequeña” explica que es “un alimento a base de JAF” o jarabe de alta fructosa (azúcar).
Hay margarinas que se presentan como light, el 90 por ciento de las cuales tienen los mismos tenores grasos que las comunes, o una marca de galletitas que declara en el frente de su envase “0% de sodio”, pero que al ser analizadas revelan un nivel superior a 40 mg cada 100 g de galletitas, lo que pone en riesgo la salud de personas hipertensas.
También purés de papas que se anuncian “sin conservantes” pero que en realidad tienen BHA, un tipo de antioxidantes sintetizados tanto o más dañinos que los conservantes comunes
Una marca de galletitas afirma en su envase que una porción de seis unidades pesa 30 gramos pero el análisis de laboratorio demuestra que pesan exactamente el doble o merengues que afirman tener 9 calorías pero no se indica si esas 9 calorías son por porción, cada 100 gramos o por merengue.
Aunque parezca increíble existe una “falsa mayonesa”, un producto que se vende en las góndolas de mayonesa, pero su envase no menciona la palabra “mayonesa” porque es en realidad una mezcla de ingredientes similares, pero con una cantidad de huevo inferior al 5%
O un aderezo presentado como “mostaza con miel” que se vende en el súper y que está integrado principalmente por mayonesa. Esa situación se repite con otros aderezos, como algunos “a base de ketchup” que se ofrecen en las góndolas junto al ketchup, pero que “tienen el triple de aditivos”.
Engañan incluso hasta con el queso rallado, con un producto que en su envase dice “rallado” pero no incluye la palabra “queso”. No es otra cosa que un aderezo a base de queso y almidón, o sea azúcares. Pese a lo que sugieren las etiquetas, no es queso.
Un dato importante: este informe no menciona las marcas porque el estudio del cual tomamos los datos tampoco lo hace. Sin embargo, un repaso con detenimiento por lo aquí publicado y una mirada memoriosa de lo que vemos en los súper nos permite intuir de cuáles se trata.
Una consulta hecha entre las autoridades sanitarias arrojó como resultado escasa preocupación llegándose a afirmar que son pocos los productos en esas condiciones, no obstante lo cual no hay controles sanitarios estrictos para retirarlos del mercado.
Peor fue el intento con directivos de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (COPAL) quienes directamente ni respondieron las consultas, quizás sabiendo que están en flagrante falta y demostrando que les importa muy poco.
Sugerencia engorrosa si se quiere pero quizás útil: imprimir una copia de este informe y llevarlo consigo cada vez que vayas a comprar algo al súper para poder tener a mano el dato de aquellos productos con los que te engañan y ponen en riesgo tu salud.
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