Rocco había nacido en Uruguay y se dedicaba a los monólogos humorísticos desde hacía más de 20 años.
Antes se había ganado la vida en el mundo de la publicidad, como creativo, rubro en el que también obtuvo premios internacionales. Pero su amor por el teatro fue más fuerte y un día decidió dedicarse por completo a su vocación de actor.
Además, se destacó como guionista y escribió para VideoMatch, Mar de fondo y Tal para cual, entre otros programas.
Durante años fue parte del grupo Cómico 4, uno de los más importantes del género stand up, en el Paseo La Plaza, donde lo vieron unas 300.000 personas. Su paso por la televisión, participando de varios programas lo volvieron una cara reconocida para el gran público.
«Me subí a un escenario por primera vez cuando tenía 36 años. Era grande ya. Eso es interesante, que uno pueda decir: ‘Esto no lo quiero hacer más'», contó alguna vez para describir el momento en que decidió dar un vuelco a su vida.
«Cuando recién empezaba, hice una transición para dejar la publicidad, hacía algunos free lance. Hubo un momento en el que no tenía un mango. Comía polenta, que era lo más barato, o arroz, pero con sal; ni queso rallado le ponía», relataba orgulloso en una entrevista.
Su pasión por el género y su gran capacidad para desarrollar el humor en monólogos lo llevó a dar clases. Sebastián Wainraich, Aníbal Pachano, Cecilia Dopazo, Sandra Guida y Eugenia Guerty, fueron algunos de los que se anotaron en sus clases.
«Éramos cuatro, cinco gatos locos que hacíamos stand up contemporáneo cuando empecé y dijimos: «¿Por qué no lo ponemos de moda, como pasó con el clown o con la improvisación?» Y empezamos a enseñar y se puso de moda», relató.
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