Bayer, el gigante europeo de la farmacia y la agroquímica, espera cerrar la compra de Monsanto este jueves. Y la compañía se llamará Bayer a secas.
Monsanto desaparece como marca corporativa después de que la alemana adquiera la multinacional norteamericana de pesticidas y transgénicos por u$s66.000 millones. Lo único que mantendrá Bayer serán algunas submarcas comerciales con las que trabaja Monsanto para ciertos productos, por su popularidad en el mercado.
Es que la empresa de agroquímicos es una de las que tienen peor imagen del mundo.
Se trata del mayor productor mundial de semillas transgénicas (sobre todo de maíz y soja) y de venta de herbicidas como el Roundup, denunciados por los ecologistas.
Pocas compañías han sido objeto de tantas manifestaciones y eventos de protesta en diferentes rincones del planeta como este conglomerado agroquímico estadounidense. Su enorme tamaño y la combinación de productos destinados a un sector como la agricultura (y por tanto, la alimentación mundial) hacen que Monsanto sea una compañía más odiada incluso que las grandes petroleras, hasta el punto de generar movilizaciones de protesta, como la que hace cinco años tomaron las calles de medio centenar de países en todo el mundo.
El Departamento de Justicia de Estados Unidos dio el martes pasado la luz verde a la operación por la que Bayer y Monsanto podrán fusionar sus operaciones. Pero a cambio deberán desprenderse de activos por valor de u$s9.000 millones en el negocio agroquímico, que cede a su rival alemana BASF.
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