Hace casi siete años vieron por última vez a Érica Soriano y su pareja, Daniel Lagostena, está acusado de haberla asesinado y haber hecho desaparecer su cuerpo. Este lunes empezó el juicio y entre las decenas de testigos que declararon también estuvo la hija de la víctima, que hoy tiene 20 años.
«Que mi hija no está en este mundo y que no la voy a recuperar ya lo tengo asumido», sostuvo María Esther Romero, la mamá de Érica, en Cámara del Crimen. «Lo supe desde el primer momento pero me asustaba la idea», agregó.
Ante el Tribunal Oral en lo Criminal N°9, la mujer manifestó que es «imposible confiar en la Justicia» y aseguró que no tiene «ninguna hipótesis», ya que «conjeturar mucho no sirve».
En tanto, el abogado de la familia Soriano se mostró confiado en que durante el proceso surgirán los nombres de las personas que pudieron haber colaborado con el imputado en el crimen. «Está probado que a Érica la mataron y se sabe quién la mató. Espero que de este juicio surjan los nombres de los que han colaborado con Lagostena», dijo esta mañana el abogado Marcelo Mazzeo antes del comienzo del debate oral que se lleva a cabo en los Tribunales de Lomas de Zamora.
Lagostena llega a juicio detenido e imputado por el delito de «homicidio en concurso ideal con aborto en contexto de violencia de género», por lo que podría recibir el máximo castigo: prisión perpetua.
En la elevación a juicio se dio por acreditado que el 20 de agosto de 2010 Lagostena y Érica, que en ese momento estaba embarazada, fueron a una consulta con un ginecólogo en Capital Federal y volvieron después a la casa en al que vivían en Lanús. Esa noche, a las 22.13, se estableció que la mujer llamó a una amiga y le contó que durante el viaje de regreso del consultorio había discutido con Lagostena.
Dos horas después, el acusado intercambió varios mensajes con su sobrino, Brian Poublán, con quien hasta entonces no tenía una relación cercana. Entre las 5 y las 6 de la madrugada, la intensidad de las llamadas aumentó y ese dato llamó la atención de los investigadores porque no eran habituales ni el horario ni el patrón de comunicación. Los investigadores sospechan que se dieron en el lapso durante el cual se hizo desaparecer el cuerpo de Erica.
Si bien Lagostena declaró que solo tenía un celular a nombre suyo, después se comprobó que tenía en realidad cuatro teléfonos móviles activos. Otro dato importante en la causa surgió cuando la familia de la víctima fue con la policía a su casa para saber de ella y encontró la ropa con la que su pareja dijo que había salido hacia lo de su madre después de la pelea que habían tenido. Estaba también su cartera con todas sus pertenencias, excepto el celular, y hasta el ácido fólico que tomaba por su embarazo.
La temperatura de ese día se convirtió en otro indicio en su contra. «Tenía la chimenea prendida, aunque hacía 28 grados», remarcó la madre de Érica. Después, los peritos detectaron dentro con el reactivo Luminol restos de poliéster que se correspondían con una bombacha, por lo que se presume que el imputado quemó allí la ropa de su pareja. «Nos dijo que había cocinado unos bifes», recordó.
Una mancha de sangre en la casa y la declaración de un testigo terminaron de acorralarlo. Según ese testimonio, «el día del hecho Daniel y Erica discutieron y por tal motivo le pegó un ‘sopapo’, ella se cayó y se golpeó la cabeza contra una mesada».
«Erica murió y por esto Daniel llamó a un amigo, quien durante la madrugada fue a la casa y se llevó el cuerpo de Érica al crematorio de Lanús», aseguró el testigo. Lagostena tenía un vínculo personal con propietarios y empleados del rubro funerario que lo podrían haber ayudado.
«Lo que pase con él no me importa, quiero saber que pasó con mi hija, tengo la ilusión porque si no sabe en el juicio no se sabrá en ningún lado», dijo a Télam la mamá de Érica. La mujer será una de las primeras en declarar en el juicio, que está previsto que se extienda hasta el el 15 de junio.
«Jamás va a haber una sola prueba»
Cuando quedó detenido por tercera vez en la causa, en agosto de 2016, Daniel Lagostena escribió una carta desde la cárcel e insistió con su inocencia. «Jamás va a haber una sola prueba de un hecho que no se cometió», afirmó en el breve escrito, que Guillermo Bernard Crissand, uno de sus abogados, hizo llegar a Télam. Además, se refirió a los elementos probatorios por los que volvieron a detenerlo como «indicios que son la nada misma, en base a asociaciones caprichosas y delirantes».
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