Se cumplen 165 años del nacimiento de Oscar Wilde, uno de los escritores irlandeses más famosos y provocadores, junto con James Joyce y George Bernard Shaw. A diferencia de ellos, fue un artista de la concisión. Conocido por su novela El retrato de Dorian Gray, cuentos como «El príncipe feliz», «El fantasma de Canterville» y «El cohete extraordinario», y sus notables ensayos críticos (de los que Jorge Luis Borges era declarado lector entusiasta), Wilde fue además un gran aforista. En pocos caracteres, como quiere Twitter, la red social del pajarito, combinaba ingenio, mordacidad y una mirada nueva sobre el mundo y sus máscaras. Tal vez por eso su nombre es hoy trending topic. Entre otros, el crítico Daniel Molina conjeturó que Wilde sería en la actualidad el tuitero con mayor cantidad de seguidores.
«El nombre de Oscar Wilde está vinculado a las ciudades de la llanura; su gloria, a la condena y la cárcel. Sin embargo (esto lo ha sentido muy bien Hesketh Pearson) el sabor fundamental de su obra es la felicidad», dictaminó Borges en Otras inquisiciones. Para Harold Bloom, el crítico literario estadounidense que murió días atrás, Wilde era, simplemente, «un genio». «Prefiero a Oscar Wilde que a Lévi-Strauss o Foucault -declaró Bloom en una entrevista-. Recuerdo el ensayo del divino Wilde sobre el socialismo y estoy de acuerdo con él en cuanto a la existencia de un alma humana, de una esencia». El crítico se refería a «El alma del hombre bajo el socialismo», un escrito elogiado tanto por Borges como por George Orwell.
Así comienza esa breve defensa filosófica: «La principal ventaja que acarrearía la implantación del socialismo es, sin duda, la de relevarnos de la sórdida necesidad de vivir para otros que, en el actual estado de cosas, tanto presiona sobre casi todos. En realidad, casi nadie escapa a ella». Según Wilde, las virtudes altruistas evitaban terminar con la pobreza. De ese texto proviene uno de los recordados epigramas (o tuits avant la lettre) de Wilde: «Con la abolición de la propiedad privada tendremos, entonces, un verdadero, hermoso, sano individualismo. Nadie perderá su vida en acumular cosas y los símbolos para las cosas. Se vivirá. Vivir es la cosa menos frecuente en el mundo. La mayoría de la gente existe, eso es todo».
Las frases de Wilde sobre las mujeres, los artistas, la política, el amor, el periodismo y la sexualidad, muchas veces dichas por personajes en sus piezas teatrales y narraciones, trascendieron esas obras y se volvieron máximas de la modernidad, una modernidad estética y a la vez mundana.
Wilde había nacido en Dublín, en 1854, en el seno de una familia de intelectuales, y tuvo como mentores nada menos que a Walter Pater y John Ruskin, críticos de arte y ensayistas gracias a los que desarrolló una filosofía en la que la belleza y el arte debían reinar sobre las consideraciones morales y políticas de la época. En ese sentido, hoy Wilde sería considerado políticamente incorrecto. Y lo fue en su momento. En 1895 (es decir, en plena era victoriana), se vio envuelto en un escándalo sentimental con lord Alfred Douglas. Acusado de sodomía e inmoralidad por el padre del joven, Wilde fue juzgado en dos ocasiones y se lo condenó a dos años de prisión. Recién cuando se le permitió recibir libros, lápices y papel, escribió una larga carta dirigida a su amante, De profundis, y tras su liberación, el poema-crónica La balada de la cárcel de Reading, donde se describe la vida carcelaria. Al recuperar la libertad, retomó por unos años su vínculo con Douglas, al costo de dejar de ver a sus hijos.
Finalmente, aquel que había brillado en la sociedad inglesa murió en la soledad y en la pobreza en París, en noviembre de 1900, con otra identidad. Poco antes, Wilde se había convertido al catolicismo. «El cuerpo peca una vez, y acaba con su pecado, pues la acción es una especie de purificación -había escrito en El retrato de Dorian Gray-. Nada queda entonces, excepto el recuerdo de un placer, o la voluptuosidad de un arrepentimiento. El único medio de librarse de una tentación es ceder ante ella».
Frank Harris, H. Montgomery Hyde, Richard Ellmann y Herbert Lottman publicaron biografías sobre Wilde. El recomendable trabajo de Ellmann sirvió de base para la «biopic» Wilde, de Brian Gilbert, estrenada en 1997.
Wilde en menos de 280 caracteres
«La experiencia no tiene valor ético alguno, es simplemente el nombre que damos a nuestros errores»
«Las mujeres han sido hechas para ser amadas, no para ser comprendidas»
«No hay nada como el amor de una mujer casada. Es una cosa de la que ningún marido tiene la menor idea»
«Jamás debemos casarnos si pretendemos seguir enamorados»
«Dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo»
«La gente es tan solo aburrida o encantadora. No buena o mala»
«No hay hombre lo bastante rico como para comprar su pasado»
«Perdona a tu enemigo. No hay nada que lo enfurezca más»
«Hay personas que crean felicidad allí donde van; otras, cuando se van»
“Ningún gran artista ve las cosas como son en realidad; si lo hiciera, dejaría de ser artista”, informó La Nación.