Ante una multitud, el pontífice llamó a recordar a “todos los mártires de ayer y de hoy”.
En una espléndida mañana de sol otoñal, el Papa pronunció este jueves desde la ventana del estudio pontificio en el Palacio Apostólico el Angelus del mediodía dedicado todos los años a San Esteban, el primer mártir de la Iglesia, lapidado (muerto a piedrazos) en el año 36 frente a Paolo de Tarso, uno de sus principales acusadores, que años después se convirtió en uno de los más grandes apóstoles de la Iglesia como San Pablo, tras convertirse “fulgurado” en el camino de Damasco.
Saludado con entusiasmo por la multitud, Francisco dijo que “la fiesta del protomartir nos llama a recordar a todos los mártires de ayer y de hoy, sentirnos en comunión con ellos y pedir a ellos la gracia de vivir y morir con el nombre de Jesús en el corazón y los labios”.
San Esteban era uno de los siete diáconos que había entonces en la Iglesia. Francisco dijo que “en el clima de Navidad, esta memoria del primer cristiano ultimado por su fe puede aparecer fuera de lugar. Sin embargo, en la perspectiva de la fe, la celebración se pone en sintonía con el verdadero significado de la Navidad”.
San Esteban era probablemente de origen griego. El Papa dijo que en su martirio, “la violencia es la derrota del amor, la muerte de la vida”. Esteban en la hora del testimonio suprema “contempla los cielos abiertos y dona a los perseguidores su perdón”.
“Este joven servidor del Evangelio, pleno de Espíritu Santo, supo narrar a Jesús con las palabras y, sobre todo, con su vida”, agregó Francisco.
“Aprendamos que la gloria del Cielo, que dura toda la vida, y también para la vida eterna, no está hecha de riquezas y poder, sino de amor y donación de sí mismo”, destacó.
San Esteban “nos enseña a anunciar a Cristo a través de gestos de fraternidad y caridad evangélica. Su testimonio, culminado en el martirio, es fuente de inspiración para la renovación de nuestras comunidades cristianas”.
El Papa afirmó que esas comunidades cristianas “están llamadas a ser siempre más misioneras, evangelizadoras, decididas a alcanzar a los hombres y las mujeres en las periferias existenciales y geográficas, donde hay más sed de esperanza y de salvación”.
San Esteban es llamado “protomártir” por haber sido la primera victima de la persecución al naciente cristianismo.
La certidumbre sobre su muerte por lapidación ha permitido establecer la fecha del crimen en el año 36 de nuestra era.
Morir a piedrazos era una pena capital judía. Los romanos utilizaban la crucifixión.
En el año 36 en Palestina se produjo un vacío administrativo que duró un semestre, debido a la deposición de Poncio Pilatos. A comandar la región en ese lapso quedó un órgano local, el Sinedrio judío ante el cual fue acusado y condenado San Esteban.
Los restos de San Esteban fueron sepultados por “personas pías”, como señalan los Actos de los Apóstoles para que no fueran presas de “bestias salvajes”.
La tumba fue descubierta en el año 415 y los restos trasladados a la Iglesia de Sión en Jerusalén. Los huesos fueron llevados cuando las Cruzadas del siglo XIII a Europa y distribuidos en varios lugares de culto, así lo indicó El Clarín.