Donald Trump se convertirá previsiblemente este miércoles en el tercer presidente de la historia de Estados Unidos en sufrir un impeachment o juicio político con vistas a su destitución. El pleno de la Cámara de Representantes votará sobre los dos cargos aprobados contra él por el Comité de Justicia de la Cámara: abuso de poder y obstrucción al Congreso.
La holgada mayoría demócrata prácticamente garantiza que se aprobará por mayoría simple la acusación (sendos recuentos de Associated Press y The Washington Post preveían el martes este resultado). El caso pasará entonces al Senado, controlado por los republicanos. Se necesita una mayoría reforzada de dos tercios (67 de 100) de los senadores para destituir al presidente. No ha sucedido nunca.
Todo comienza con una denuncia anónima realizada a través del canal interno del espionaje de EE UU. Un miembro de los servicios de inteligencia denuncia que Trump ha coaccionado al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. El ejemplo más concreto de esa presión era una llamada telefónica del 25 de julio, en la que el republicano pidió insistentemente a Zelenski que iniciara dos investigaciones que podrían beneficiarle de cara a las elecciones presidenciales de 2020: la primera tenía como objeto a Hunter Biden, hijo del aspirante demócrata Joe Biden, por sus negocios en Ucrania mientras su padre era vicepresidente de EE UU.
La segunda, indagar en la teoría de que Ucrania estuvo detrás de la injerencia exterior en las elecciones de 2016, una teoría desacreditada por el propio Gobierno de EE UU pero que sigue viva entre la derecha conspirativa. Como medida de presión, Trump recurrió a la ayuda militar prometida a Ucrania (un aliado estratégico para la contención de Rusia en Europa), que había sido retenida, y una invitación a Zelenski a la Casa Blanca.