Agustina Llobera (33) es paciente oncológica. “Mi cuerpo no tiene defensas. Si me contagio, me muero”, afirma.
Desde los más de 5.700 kilómetros que la separan de Buenos Aires, Agustina Llobera está angustiada. Trata de hablar pausado, pero se quiebra, llora, la cabeza no le para un instante y todos los pensamientos son penumbrosos. «Quiero volver a mi casa, necesito por un tema de salud estar urgente en la Argentina», dice desde Quito, Ecuador, adonde viajó a principios de marzo a visitar a su mejor amiga. Ahora, por las restricciones impuestas por la pandemia de coronavirus, no puede volver.
Agustina tiene la enfermedad de Crohn, desde 2015, y cada dos meses realiza un tratamiento oncológico en el Hospital Británico, además de tomar dos medicaciones diarias para dominar a los dolores abdominales, que pueden ser muy agudos. El próximo tratamiento es el 10 de abril y la situación global la desespera.
«En Ecuador no hay aeropuerto desde el 16 de marzo, las fronteras están cerradas y se rumorea que nada se abrirá antes del 30 de mayo», dice con un hilo de voz que se convierte en sollozo.
Pide disculpas, intenta serenarse Llobera, de 33 años, que se encuentra hospedada en la casa de su amiga argentina, en el centro de la capital ecuatoriana. «El domingo hablé con mi médico y me dijo que haga lo posible para viajar a la Argentina de alguna manera, que no es conveniente postergar mi tratamiento».
Cuenta Agustina que la enfermedad de Crohn es autoinmune y muy emocional, «por lo que cuanto más nerviosa y angustiada estoy, las defensas disminuyen y empiezan los dolores. Trato de metérmelo en la cabeza, pero no es sencillo. Hago yoga, meditación, respiración, pongo videos en Youtube, Netflix, pero la cabeza no para de carburar».
El sábado 14 de marzo fue la última vez que salió a la calle. Ese día, advirtiendo cómo el coronavirus ponía de rodillas al mundo, fue a las oficinas de la aerolínea Latam para adelantar el vuelo originalmente previsto para el 25 de marzo. «Me dijeron que por ahora no hay nada que hacer, que no hay aeropuertos, y en el Embajada argentina ya saben mi caso, llamo todos los días y me dicen que se contactarán apenas sepan algo».
«No me quiero morir en Ecuador, quiero morirme en mi casa, y eso me tiene mal», repite con miedo Agustina, que revela que en los últimos días sufrió recaídas, con dolores propios de la enfermedad. «Es como una úlcera en todo el sistema digestivo, es una enfermedad muy hemorrágica y tengo cólicos que me producen tremendos dolores abdominales que me han llegado a desmayar».
Durante 2020 Agustina se propuso priorizar la salud antes que cualquier otra cosa. Los dolores y las recaídas la tenían mal anímicamente, por lo que decidió dejar su trabajo en una agencia de turismo después de siete años y seguir lo consejos de su familia para visitar a su amiga en Quito. «Era una buena excusa para estar mejor, para dar vuelta la página y volver a la Argentina con energías renovadas. Y mirá lo que me viene a pasar, es una desgracia», maldice.
Cuando partió de la Argentina sonaba «esporádicamente» el tema del coronavirus en Europa. «En Ezeiza, al partir, no me preguntaron nada, pero cuando llegué a Quito sí, me tomaron la temperatura y tuve que firmar una declaración jurada con algunas preguntas que me hicieron. Con el correr de los días, las noticias iban recrudeciendo y lo que sería un viaje para limpiar la cabeza, se convirtió en una pesadilla».
Agustina sabe que «sólo en Ecuador hay casi 400 argentinos que quieren volver y cada uno tiene su más que válida justificación, pero lo mío es una cuestión de vida o muerte. Yo no me puedo contagiar, si me agarra coronavirus en Ecuador me muero, mi cuerpo no tiene las defensas para contrarrestarlo», exclama. «Por eso pido por favor que se considere mi situación de paciente oncológica».
Agustina piensa en sus padres, que están en cuarentena en Adrogué, donde ella vive sola. «Pienso en la preocupación de mi vieja y me vuelvo loca, no puedo parar de maquinar… Encima escuché el otro día a (el canciller) Felipe Solá y se me heló la sangre cuando dijo que la Argentina cerrará y no traerá más argentinos que están en el exterior».
«Leo las redes y hay mucho enojo y bronca con los que viajamos al exterior. Nos culpan, nos juzgan, como si fuéramos responsables de algo y ahora no quieren que volvamos, temen que dispersemos el virus, que nos jodamos… Yo viajé sabiendo que podía hacerlo, no cometí ninguna imprudencia, pero no puedo parar de preguntarme para qué viajé».
Chequea en su botiquín y hace cálculos. «Tengo medicamentos para una semana, por suerte traje de más, teniendo en cuenta que mi vuelo de regreso era el miércoles 25. No sé qué haré cuando se me terminen, espero que antes alguien entienda que mi situación es muy delicada», publicó El Clarín.