Una familia de Río Gallegos que tuvo coronavirus y ya se encuentra recuperada todavía sufre las consecuencias de la enfermedad. Es que son los únicos vecinos del barrio a los que no les recogen la basura. Según contaron, identificaron los deshechos con un moño rojo, pero “fue peor”.
Con el brote de casos de coronavirus en Río Gallegos, considerada ya con transmisión comunitaria, son muchas familias completas que actualmente están contagiadas.
Quienes no transitan la enfermedad con síntomas, pueden realizar la cuarentena en sus domicilios y, para poder deshacerse de la basura domiciliaria de forma segura, surgió una iniciativa para el tratamiento de los residuos, según informa La Opinión Austral.
Los recolectores sugirieron a las personas contagiadas con coronavirus que colocaran una identificación en las bolsas, como un moño o lazo, de color rojo, lo que permite reconocer fácilmente la bolsa y, así, los trabajadores municipales pueden manipularla correctamente y con mayor seguridad.
Sin embargo, pese a que son medidas en pos de la responsabilidad social y colectivas, una familia expuso la situación que le toca vivir por estas horas. Es el caso de Perla, vecina del barrio Fátima, que atravesó el virus del coronavirus junto a su marido y sus tres hijos en el domicilio. Según detalló a La Opinión Austral, no les levantaron la basura, pese a que ya están recuperados, identificaron los residuos y tomaron todas las medidas preventivas.
Acorde a su relato, la mujer explicó: “Por un lado, la Municipalidad tuvo toda la cortesía durante el seguimiento, se acercaban a mi domicilio y verificaban que estuviéramos cumpliendo la cuarentena. Además, nos ofrecieron ayudarnos si necesitábamos comprar mercadería o medicamentos”.
El mal momento que atraviesan se dio cuando tuvieron que tirar la basura y, pese a tomar los recaudos, notaron que los recolectores nunca se la llevaron.
“Por otro lado, por una cuestión de responsabilidad, pedían a quienes tuvieron COVID que sacaran la basura con un lienzo rojo que identificara los residuos, hicimos eso como estaban diciendo”, explicó.
A partir de ese momento, continuó, “nunca más levantaron la basura de mi casa, que encima es un canasto grande, pasaron dos días que quedó ahí todo desparramado, después los perros hicieron un desastre”.
Pese al reclamo que hicieron, los días continuaron pasando y la basura nunca se levantó, al punto tal que continúa en su lugar.
“El problema no es que no pasaban los recolectores, venían y se llevaban la basura de los vecinos de enfrente, los del costado y la mía no. Entonces en un momento justo mi marido los ve, les golpea la ventana y no le dieron bolilla”, agregó.
En ese mismo instante, explicó la vecina, un recolector se acerca al canasto y el chofer del camión toca la bocina para que se detenga. “El tipo retrocedió y ni se acercó a la basura”, contó, molesta por el hecho.
“Tuvimos el alta, nos recuperamos y un día levantamos todo y lo volvimos a dejar en el canasto, ya sin el moño rojo, porque pensamos que si ese era el problema, lo sacábamos y listo”, contó.
Es así que recogieron todo, volvieron a colocar los deshechos en bolsas nuevas, pero la basura siguió allí. “Está el canasto lleno, tengo que entender que tienen marcada mi casa, si ya la bolsa no tiene el lienzo rojo, que era lo que les preocupaba, ¿cómo van a dejar la basura sin llevarla?”, se preguntó Perla.
La vecina, cansada de no tener una respuesta, indicó: “Llegás a la conclusión donde decís ¿qué pasa? Tendría que haber hecho las cosas mal, no tendríamos que haber identificado la bolsa. No podemos tener esta mentalidad. No podemos hacernos los solidarios por un lado y por el otro, discriminar”. Para finalizar, hizo hincapié en que el virus “no debería ser un tema tabú”