Hay peronistas furiosos con el gobierno, aunque lo disimulan, por la forma que el Presidente, Alberto Fernández, resolvió la crisis del vacunatorio VIP. Hay kirchneristas que, en ese caso, se hacen los distraídos para intentar que el costo lo pague entero Fernández, aunque ellos hayan hecho cosas parecidas o peores en el manejo arbitrario y faccioso de la vacunación.
La primera consecuencia concreta de este estado de ánimo es que el oficialismo ha tenido que suspender la movilización proyectada para apoyar el discurso de Alberto abriendo el año legislativo.
Porque el ala peronista sintió que iba a costar movilizar con la sospecha de la vacunación de privilegio y porque La Cámpora y otros movimientos sociales abiertamente habría expresado reticencias. El COVID positivo de la flamante ministra de Salud y el aislamiento de Santiago Cafiero, por contacto estrecho, fueron el argumento oficial para la suspensión de la marcha. Nadie lo creyó.
El malestar del peronismo es la forma que echaron a Ginés González García, sin darle siquiera posibilidad de defenderse como el ex ministro había casi rogado para que le concedieran ese derecho.
Ese sentimiento de desamparo, al menos en los códigos que se manejan en el justicialismo, se sintetiza en la crudeza de esta frase: «Defendieron hasta a Boudou y Lázaro Báez, que eran indefendibles, y a Ginés lo ejecutaron sin anestesia».
La idea de quienes empujaron una resolución fue segar de un golpe la crisis: el consejo dicen que fue de Gustavo Béliz y de Vilma Ibarra, acompañados por Cafiero. Otros hubieran preferido que Ginés pudiera dar su versión aunque su renuncia fuera inevitable. Entonces se mezcló la intención de controlar el escándalo con el interés de este grupo de asesores de encumbrar a Vizzotti, que ya se venía madurando desde hace tiempo. Fernández compró la idea rápido: no quería abrir una paritaria con Cristina Kirchner sobre el reemplazo de Ginés.
Una vez renunciado, recogieron el malestar del peronismo y comenzaron reivindicar al que acababan de estigmatizar: hicieron trascender inclusive que Fernández y Cafiero se habían comunicado con el ex ministro y embajador. Por lo que se sabe, Ginés hizo lo mismo que le hicieron a él: no les levantó el teléfono.
Quisieron mojar la pólvora de una investigación periodística con tanta torpeza que terminaron haciendo estallar su propio polvorín. Se ha dicho que el Presidente se enteró de la confesión del vacunatorio VIP por las declaraciones de uno de los vacunados. Otros involucrados, en cambio, comienzan a sospechan de que Fernández tenía indicios de que iba a ocurrir. Y que no hizo nada para evitarlo, agregan.
La oposición cree haber encontrado la salida para su propio laberinto y que esto tendrá consecuencias electorales serias para el gobierno. Es una conclusión demasiado prematura que la puede conducir a errores graves: dependerá de la eficacia del gobierno en el plan de vacunación, si consigue más insumos que busca desesperadamente, y en el control del dólar. Hasta octubre o noviembre, que será la elección, falta demasiado tiempo para que las esquirlas de este escándalo sigan conmocionando al gobierno como ahora.