Tras 120 años de misterio, la curadora del Museo Nacional de Noruega descubrió cómo y porqué apareció la frase misteriosa detrás del cuadro más famoso de Edvard Munch: la escribió él.
No hay nada como el perfeccionismo de una mujer que miró y miró el mismo cuadro durante años, para llegar a la verdad.
Tal es la historia de la curadora Mai Britt Guleng que, desde que llegó al Museo Nacional de Noruega, tuvo la idea fija de resolver uno de los misterios de la pintura del siglo XX: quién había escrito la frase «¡Sólo podría haber sido pintado por un loco!», escrita en el reverso del cuadro El grito.
Y tras tanto mirar y estudiar, Mai dio una respuesta: “la esciribó él mismo, Edvard Munch”.
La curadora, que ya escribió varios volúmenes y trabajos sobre Edvard Munch, llegó a esa conclusión luego de fotografiar y analizar la pieza con rayos infrarrojos. La lectura infrarroja no reveló bocetos o sobrepinturas desconocidas, pero la inscripción apenas visible se hizo mucho más clara.
“Tienes que acercarte bastante para ver la frase. Rara vez encontramos tales inscripciones en pinturas, particularmente no en una de las más famosas del mundo», planteó.
Por eso, es la noticia del día en el más famoso museo de Oslo que hace unos años sumó a su acopio esta pintura que es al arte moderno, el equivalente de La Gioconda de Da Vinci, en el 1500.
Y podría agregarse que, a pesar de sí mismo, Munch terminó amargamente asumiéndose el loco que no quería ser.
Munch había exhibido El grito varias veces, pero por primera vez ante sus compatriotas, en Octobre de 1895, en la galería de Blomqvist.
En ese momento, las críticas fueron muy duras. Henrik Grosch, entonces director del Museo Noruego de Artes Decorativas y Diseño escribió que esta pintura mostraba que “uno no puede más considerar a Munch como un hombre serio con un cerebro normal”. Y su opinión tuvo varios adeptos públicos.
La Sociedad Estudiantil de Kristiana (como se llamaba a la ciudad de Oslo) convocó a un discusión sobre el tema, para seguir criticando su arte. Allí, el poeta Sigbjørn Obstfelder, entre otros, habló calurosamente del hijo pródigo que había pasado los últimos años en Berlín y París, pero otros pares lo demolieron.
El estudiante de medicina Johan Scharffenberg puso en tela de juicio la salud mental del autor diciendo que Autorretrato con cigarrillo “indicaba que Munch no era un ser humano normal”.
“Esto afectó mucho a Edvard Munch, que probablemente estaba presente esa misma tarde. Aún a fines de los años 1930, Munch recordaba una y otra vez este episodio y todas sus notas al respecto eran un autodefensa”, escribió Alv Hagard Gustavsen, jefe de Prensa del Museo.
“La escritura en lápiz fue fechada inmediatamente antes o después de 1895, así que es razonable pensar que sucedió antes o después de la exhibición en Kristiana”, sentencia la curadora Mai Britt Guleng.
La primera vez que repararon en esa inscripción fue en 1904, durante una exposición en Copenhague. Nunca antes lo habían notado.
En ese momento, un crítico de arte danés pensó que la había escrito alguien del público, que indignado se había sumado a las huestes de los opositores a la obra de Munch.
Munch mismo se comparaba con Da Vinci y decía que así como el pintor florentino había estudiado la anatomía humana, diseccionando cuerpos, él intentaba diseccionar almas.
En El grito retrató la angustia; en Muerte de un bohemio, el fin de la vida; en El beso y Amantes, la sensualidad; y en Melancolía, la soledad humana.
Y como típico hijo del cientificista siglo XIX, le preocupaban el tema de la herencia y las enfermedades familiares. Tanto su abuelo como su padre -un médico militar muy religioso- padecieron melancolía. Su hermana Laura había sido internada en el Hospital Psiquiátrico Gaustad; sus sufrimientos continuaron: su madre y su hermana Sophie murieron de tuberculosis.
En 1892, Edvard Munch escribió en su cuaderno de apuntes: “Iba por la calle con dos amigos cuando el sol se puso. De repente, el cielo se tornó rojo sangre y percibí un estremecimiento de tristeza. Un dolor desgarrador en el pecho. Me detuve; me apoyé en la barandilla, preso de una fatiga mortal. Lenguas de fuego como sangre cubrían el fiordo negro y azulado, y la ciudad. Mis amigos siguieron y yo me quedé allí, temblando de miedo. Y oí que un grito interminable atravesaba la naturaleza”.
“La frase oculta de El grito puede leerse como un comentario irónico, pero al mismo tiempo como una expresión de la vulnerabilidad del artista. Escribir en una pintura concluida muestra que la creación era para Munch un proceso continuo”, interpreta Guleng.
Gritar para hacerse oír
Edvard Munch pintó 4 veces su cuadro más famoso, El Grito. La primera versión se encuentra en el Museo Nacional de Noruega.
Otra posterior, se la quedó en mayo de 2012 el comprador que pagó 119,9 millones de dólares por ella, en una subasta de Sotheby’s de Nueva York. La vendía Peter Olsen, vecino y mecenas de Munch.
Otras dos versiones de El grito se conservan en el Museo Munch de Oslo, que nació en 1960 con todo lo que la Municipalidad de Ekely había encontrado en un campo de Skoyen, en las afueras de Oslo, en donde Munch había fallecido solo como un perro, el 23 de enero de 1944.
“Esta versión de El grito que tenemos en el Museo Nacional de Noruega es la primera. En la parte posterior del cuadro, hay otra composición parcial, diferente. Munch la desechó, dio la vuelta al lienzo y pintó El grito como lo conocemos hoy”.
La primera versión original de El grito fue pintada en1893, con óleo, temple y pastel sobre un cartón de 91 x 74 cm. Se exhibió en la Galería Nacional de Oslo, hasta que esta sala debió cerrar sus puertas, tras el escandaloso robo de este óleo en 1994 y el alivio de haberla recuperado 15 días más tarde, con un despliegue policial que hubieran sorteado Seann Connery o Charles Boyer.
Cuando el Museo Nacional de Noruega reabra sus puertas en 2022 exhibirá El grito y Autorretrato con cigarrillo.