En la plaza San Martín de El Hoyo, frente a la iglesia Maximiliano Kolbe, grupos de adolescentes toman mate y charlan durante horas sentados en el césped. Unos metros más allá, en la plaza Antiguos Pobladores, otra “bandada” de pibes disputa en ardoroso partido de fútbol, mientras las madres hamacan a los más pequeños.
“Me encanta ese aire pueblerino que aún conserva la gente, donde los vecinos se reconocen y se saludan. Es parte de la magia cordillerana que uno viene a buscar”, reflejó Darío Salvatierra, un turista de Puerto Madryn que llegó con su familia para pasar las fiestas de fin de año y vacacionar durante la primera quincena de enero.
A la vuelta, la “cabaña de las rosas” (el hogar de una familia comodorense que solo viene en verano), también llama la atención de los visitantes y motiva la foto con el cerro Pirque detrás. Cada mañana, por la avenida principal (Islas Malvinas), los lugareños hacen sus trámites en el banco, la cooperativa o el hospital, acompañando el ritmo que marcan los comercios con sus ofertas. Con todo, la prioridad pasa “por conseguir un buen asado y las verduras frescas y recién cosechadas de las chacras”, a lo que se suman “los de afuera” preguntando por calidad y precio.
El clima estival (con temperaturas superiores a los 30 grados) hace su parte y todos se terminan juntando para un buen chapuzón en los pozones del río Epuyén o se hacen una escapada hasta Puerto Patriada o El Desemboque para disfrutar de una tarde de lago y playa.
La localidad hace gala de ser la “Capital nacional de la fruta fina” y las frutillas, frambuesas, cerezas, casis, moras y grosellas están en su punto justo de madurez. Los distintos establecimientos rurales están en plena cosecha y convocan a trabajadores norteños, quienes al final de cada jornada salen hasta el centro del pueblo “a buscar wifi” para comunicarse con sus parientes.
Al caer la noche, los patios cerveceros se llenan de bullicio y aparecen las bandas de la región para aportar su música y convocar “a propios y extraños”, quienes al rato terminan mezclados en nuevas amistades y promesas de seguir encontrándose. Por supuesto, la gastronomía merece un capítulo aparte con su propuesta de platos gourmet con los productos típicos del lugar, los vinos “nacidos y criados en El Hoyo” y los postres con frutos rojos más representativos del valle.
A la hora de elegir un paseo, el laberinto “Patagonia” se lleva todas las preferencias: en un predio de 9 hectáreas, la colina donde está emplazado muestra en todo su esplendor el cerro Tres Picos y a sus pies el serpenteante río Epuyén. Son 8.400 metros cuadrados de cipreses de dos metros de altura que invitan al desafío de encontrar la salida. A criterio de su propietaria, Doris Romera, “el laberinto es una alegoría de la vida cuando uno anda perdido y encuentra el camino con lugares increíbles. Queremos que la gente se vaya feliz”.
Era del Hielo
Por otro lado, en el acceso norte al casco urbano de El Hoyo está el parque temático “Arcosauria”, donde los chicos podrán interactuar con los animales de la Era del Hielo y enterarse, de paso, que buena parte de esa megafauna vivió en esta zona hasta hace 10 mil años (incluyendo al mamut, el tigre dientes de sable, el milodón -enorme oso de 4 metros de altura- y el perezoso). Una parte está dedicada a los dinosaurios de la Patagonia y a otros animales de la prehistoria, representados en esculturas a escala real y ubicados en un escenario natural rodeado por los cerros Piltriquitrón, Pirque y Currumahuida.
“En este pueblo tenemos mucho para mostrar”, aseguran con orgullo los hoyenses. Hay que destacar la ruta de las cervecerías artesanales, ya un sello distintivo de la región, más los viñedos y las tres bodegas dedicadas al turismo.
Se suman las artesanías que “demuestran y fortalecen la identidad productiva, cultural y social de la localidad”. La feria Tierra de Encuentro, pegada a la estación de servicios, expone desde los reconocidos dulces caseros, quesos y finos licores hasta escabeches, artesanías en cuero, madera, cerámica y tejidos.