El empresario argentino Alan D’Alfonso inventó un robot, cuyo tamaño es algo más grande que una heladera portátil de telgopor, que contiene en su techo paneles solares, y en la parte que va sumergida un motor y un sistema de filtros y redes que aspiran y retienen los residuos hasta 30 centímetros de profundidad, como envases, bolsas, fluidos y colillas de cigarrillo. Según su creador, es silencioso y su accionar no afecta a la fauna marina.
El primer prototipo del robot Geneseas, totalmente autónomo y funcionando a energía solar, recibió un premio en Vivatech, una de las exposiciones más importantes de innovación para el cuidado del planeta. Y también fue presentado ante líderes mundiales durante la reunión del G7 que se hizo en Francia en 2019.
A partir de la difusión que tuvo este dispositivo, comenzaron a llegar pedidos desde puertos comerciales y privados. Entonces, pensando en su producción en serie y comercialización, D’Alfonso fundó la empresa Recyclamer en Francia, y luego vendió el 15% de las acciones para capitalizarse y obtener 120 mil euros.
IA para frenar la contaminación
El siguiente paso del argentino fue desarrollar, junto a un equipo de investigadores de la Facultad de Ingeniería de La Plata, un sistema de Inteligencia Artificial que permite medir y procesar parámetros de contaminación como temperatura del agua, nivel de PH y de oxígeno, y emitir alertas.
El sistema de IA, creado por investigadores del Instituto de Electrónica, Control y Procesamiento de Señales (LEICI, CONICET-UNLP) también genera alertas y permite dar aviso en forma temprana de derrames y presencia de contaminación en las aguas.
Actualmente trabajan en la compañía 15 personas, y el costo de cada uno de estos dispositivos es de alrededor de 35.000 dólares. “La idea es comenzar a producir los robots en Argentina, con un 60% de componentes locales, para abastecer al mercado interno y exportar a países de la región.
Nuestros clientes son administradores de puertos públicos y privados, y también criaderos de peces, que necesitan conservar el agua limpia para su actividad”, comentó D’Alfonso.
“Los plásticos tardan más de 250 años en desintegrarse en el medio marino. Y cuando lo hacen forman conglomerados de microplásticos, que son ingeridos por peces, algas y cambian todo el ecosistema, aumentando la temperatura y reduciendo el oxígeno”, y añadió: “Nos dimos cuenta que hacía falta un sistema más eficiente para retirar estos desechos del mar. Y empecé a investigar opciones disponibles con la idea de comprar una para la Asociación”.