Miguel Rosales realiza excursiones con turistas y estaba por inaugurar un camping, sin embargo los sueños quedaron truncos cuando el fuego se desató el 25 de enero en el Parque Nacional Los Alerces. El relato de cuando el fuego comenzaba a avanzar sobre su terreno.
“Eso que ves ahí era un banquito que hicimos para que se saquen fotos bajo el árbol”, cuenta Miguel Rosales, quien nació y vive junto a su familia frente al lago Futalaufquen, que por estos días es noticia nacional por el fuego que ya arrasó con más de 8 mil hectáreas de bosque nativo en jurisdicción del Parque Nacional Los Alerces.
Y además, mostró- en una entrevista con Infobae – una foto guardada en su celular. Allí, se ve a su cuñado Guillermo, quien también realiza excursiones como él, está sentado sobre el asiento, sonriente. Es el mismo lugar pero ahora ya sin ese verde característico. Ahora todo es gris, y solo humo. Ya no hay ni banco, ni lenga ni nada.
Guillermo toma un cartel chamuscado que señalaba el lugar y bromea: “Al menos los tornillos están intactos”. En tan solo 15 días el panorama, los proyectos y la vida se paralizaron para quienes viven en la zona. Lo que se construyó en un siglo tarda nada en desaparecer: el bosque de lengas milenarias quedó desintegrado por el fuego y tardará al menos un siglo en recuperarse.
La casa de familia Rosales, sus tres cabañitas azules, y un camping que acababa de terminar de armar -y que no llegó a inaugurar-, se salvó del fuego por muy poco luego de que el viento lo direccionara hacia esa zona.
“Teníamos el resplandor de las llamas delante de nuestros ojos, ayudé a los brigadistas a hacer los cortafuegos y por suerte no nos alcanzó, frenó antes”, dijo.
“Pensaba recuperar el dinero con los visitantes, acá viene mucha gente a hacer senderismo, pero ahora no sé qué voy a hacer. A los muchachos que trabajaron en la obra les tengo que pagar, quizá venda una de las camionetas con las que hacemos excursiones”, saca conclusiones en voz alta.
“No voy a trabajar en todo el verano. Con suerte vengan al camping en Semana Santa porque ahora en febrero ya empiezan las clases y dejan de venir, el año está perdido”, se lamentó.
Miguel no tiene dudas de que el origen de los incendios fue intencional, y desde hace días, recorre estos bosques colaborando con los brigadistas que se han ido sumando para combatir el fuego que no da tregua y que todos tratan de frenar.