La hipertensión arterial es una enfermedad común y tratable que afecta a todo el sistema de vasos sanguíneos y que se produce por el aumento, sostenido en el tiempo, de la presión arterial, es decir, de la fuerza que ejerce la sangre sobre las paredes de las arterias. Se habla de presión alta cuando los valores están por encima de 140 y/o 90 milímetros de mercurio (mmHg).
En la Argentina, se estima que una de cada tres personas adultas sufre de hipertensión arterial. Los efectos pueden ser devastadores a largo plazo: infarto de corazón, accidente cerebrovascular, daños renales y demencia. Este 17 de mayo se conmemora el Día Mundial de la Hipertensión, una fecha en la que se busca generar conciencia en torno a esta afección y fomentar los esfuerzos para prevenirla, diagnosticarla y controlarla.
A nivel internacional, casi la mitad de los adultos hipertensos desconoce su condición y solo uno de cada cinco tiene bajo control el problema. Así lo asevera la Organización Mundial de la Salud (OMS), que asimismo destaca que la hipertensión es una de las causas principales de muerte prematura en el globo.
Por qué la hipertensión aumenta el riesgo de sufrir una enfermedad del corazón
“La hipertensión provoca que el corazón deba trabajar forzado todo el tiempo”, indicó el doctor Sebastián Obregón (M.N 97.825) jefe del Centro de Hipertensión Arterial y Envejecimiento Cardiovascular del Hospital Universitario Austral, quien añadió: “Es como andar en bicicleta siempre cuesta arriba: el corazón lo logra, pero hace un esfuerzo inmenso que desgasta sus mecanismos hasta que, finalmente, claudica”.
El especialista explicó además: “El corazón primero se refuerza, o sea, entrena como si hiciera pesas, pero finalmente los músculos se agotan y sobreviene un desgaste de la estructura que hace que se dilate y pierda efectividad. Es como si nuestras piernas que empujan la bicicleta ya no tuvieran la fuerza necesaria; y lo que sobreviene entonces es la insuficiencia cardíaca”.
Factores a tener en cuenta que provocan la hipertensión arterial
Hoy ya sabemos que la genética está involucrada, pero al ser una enfermedad tan prevalente, que afecta a casi 1.500 millones de personas en todo el mundo, es difícil pensar que únicamente los genes sean determinantes. Claramente, hay una relación causal con el consumo de sodio, una sustancia que -al interactuar con el calcio- provoca que las arterias se contracturen.