Escuela de Maschwitz. Dos casos que estremecieron a la sociedad y generaron un intenso debate sobre el bullying en las escuelas y las graves consecuencias que puede acarrear no abordado a tiempo.
Ambos casos generaron un intenso debate a nivel nacional sobre el bullying en las escuelas y las graves consecuencias que puede acarrear no abordado a tiempo.
Rafael Calzada: la venganza de «Pantriste»
El 4 de agosto de 2000, Javier Romero, un estudiante de 19 años de la Escuela Secundaria Nº 9 de Rafael Calzada, sacó un revólver calibre 22 de su mochila, apuntó contra dos de sus compañeros y abrió fuego en la puerta del colegio. Uno de los disparos le dio en el cráneo a Mauricio Salvador, de 16 años, provocándole la muerte. El otro rozó en la oreja de Gabriel Ferrari, de 18, quien resultó apenas lesionado.
El caso puso en evidencia la problemática del acoso escolar (todavía no se usaba el término bullying). Romero había sido objeto de constantes burlas y humillaciones por parte de sus compañeros, quienes lo apodaban «Pantriste» por su carácter retraído y un ligero parecido con el personaje de dibujito animado creado por el historietista Manuel García Ferré.
Romero fue a juicio. El 8 de abril de 2003, el Tribunal Oral en lo Criminal Nº6 de Lomas de Zamora lo consideró inimputable. Las pericias psiquiátricas determinaron que el agresor sufría un trastorno esquizoide de la personalidad y, al momento del ataque, experimentó un «brote psicótico breve» que le impidió comprender la criminalidad de sus actos.
Sin embargo, como era considerado un peligro para la sociedad, la Justicia ordenó su internación en un establecimiento de salud mental hasta 2018, cuando fue dado de alta.
Carmen de Patagones: la primera masacre escolar de Latinoamérica
El 28 de septiembre de 2004, la tranquila ciudad ubicada al sur de la provincia de Buenos Aires fue escenario de una de las tragedias más estremecedoras en la historia educativa argentina. Aquel martes por la mañana, Rafael Juniors Solich, un adolescente de 15 años, estudiante del primer año del Colegio Nacional Islas Malvinas, ingresó al aula con un arma de fuego y abrió fuego contra sus compañeros.
El ataque dejó un saldo de tres estudiantes muertos y cinco heridos de gravedad. La comunidad educativa y la población entera quedaron en estado de shock ante un hecho que parecía impensado.
Solich usó una pistola Bersa Thunder calibre 9 mm de su padre, un suboficial de la Prefectura Naval Argentina. Tenía, además, otros dos cargadores y un cuchillo de caza escondidos en un camperón militar. En medio del ataque, el chico fue reducido por una docente del colegio, quien logró detener la masacre antes de que se cobrara más víctimas.
Al igual que Javier Romero, Solich tenía problemas de integración social y era víctima de bullying por parte de sus compañeros. Todo eso, sumado al fácil acceso a un arma de fuego, provocaron el desenlace fatal.
Juniors fue declarado inimputable y diagnosticado con esquizofrenia. Terminó internado en un neuropsiquiátrico juvenil y luego en una clínica para adultos en La Plata, donde permanece bajo tratamiento.