Detrás de cada factura que se disfruta en una panadería argentina hay una historia que mezcla ideología, lucha obrera y mucho ingenio.
Lejos de ser simples delicias dulces o saladas, productos como las bolas de fraile, los cañoncitos o los vigilantes nacieron en un contexto de conflicto sindical.
Historia de las facturas argentinas
De acuerdo con R3AM780.Fue durante la primera huelga de panaderos en Buenos Aires, en 1888, cuando surgieron estos nombres que, entre ironía y protesta, perduran hasta hoy.
Todo comenzó en 1887 con la fundación de la Sociedad Cosmopolita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos, una de las primeras organizaciones sindicales del país.
Creada por los italianos Errico Malatesta y Ettore Mattei, la agrupación tenía un fuerte perfil anarquista y buscaba mejorar las condiciones laborales en un rubro con jornadas agotadoras y salarios muy bajos. Un año más tarde, la huelga panadera paralizó la ciudad y marcó un hito en el movimiento obrero argentino.
En medio de esa huelga, los trabajadores panaderos decidieron bautizar con nombres cargados de ironía política a sus productos. Así surgieron las bolas de fraile, los suspiros de monja y los sacramentos como una burla directa a la Iglesia, considerada aliada del poder y enemiga de los obreros.
Los cañoncitos y las bombas hacían referencia a las fuerzas armadas, y el vigilante fue una crítica satírica a la Policía.
Incluso productos como la cremona, de forma peculiar, estarían codificados con símbolos anarquistas, como la letra “A” mayúscula repetida en su traza. Y el término “factura”, según algunas teorías, vendría del latín facere, es decir, “hacer”, en alusión al trabajo manual como motor de cambio y dignidad.
En homenaje a esa lucha, el 4 de agosto se celebra en la Argentina el Día del Panadero. Pero el verdadero homenaje está en cada desayuno o merienda compartida, donde sin saberlo, millones de personas consumen un legado obrero que nació para resistir y se convirtió en tradición nacional.