Aunque muchas veces se lo considera una simple manía, morderse las uñas puede ser un reflejo de emociones profundas y un mecanismo de regulación emocional difícil de controlar.
Los especialistas advierten que no se trata solo de una cuestión estética, sino de un hábito con implicancias psicológicas y físicas que requiere estrategias específicas para abandonarlo.
De acuerdo con psicólogos y terapeutas, este comportamiento suele estar asociado a emociones como ansiedad, inseguridad, aburrimiento, impaciencia o enojo contenido. Al llevarse las uñas a la boca, la persona encuentra una manera rápida de liberar tensión y recuperar una sensación de control frente a situaciones caóticas o de monotonía.
Con el tiempo, el cerebro asocia este gesto con momentos de incomodidad y lo refuerza como un patrón automático. Esto explica por qué puede ser tan difícil dejar de hacerlo sin un plan de intervención.
¿Quiénes son más propensos a hacerlo?
El hábito de morderse las uñas aparece con mayor frecuencia en niños y adolescentes, ya que forma parte de su proceso de aprendizaje en la regulación emocional. En la adultez, puede persistir desde la infancia o resurgir en períodos de estrés laboral, cambios significativos en la vida o conflictos emocionales.
Las personas con antecedentes de ansiedad, impulsividad o estrés prolongado presentan una mayor predisposición a desarrollar o mantener esta conducta.
¿Por qué genera alivio momentáneo?
La neurociencia explica que morderse las uñas activa circuitos cerebrales relacionados con el placer y la reducción de la tensión. El movimiento repetitivo y predecible brinda una sensación de control y calma inmediata.
No obstante, ese alivio suele durar poco tiempo y viene acompañado de culpa o frustración por los daños físicos visibles en uñas y piel. Por eso, los profesionales recomiendan reemplazar este gesto por conductas más saludables que brinden la misma función reguladora.
Estrategias para dejar el hábito
Los especialistas sugieren distintas técnicas para cortar con el automatismo:
- Reconocer las emociones y situaciones que disparan el impulso.
- Establecer metas progresivas, como mantener una uña intacta antes de avanzar con todas.
- Implementar barreras físicas, como esmaltes amargos, guantes o uñas postizas.
- Mantener las manos ocupadas con objetos alternativos, como pelotas antiestrés.
- Practicar técnicas de relajación, como respiración profunda o mindfulness, para reducir la ansiedad.