El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, intervino nuevamente en la COP30 para marcar la agenda climática global, defendiendo que el abandono de las energías fósiles debe ser prioritario pero respetando los tiempos y capacidades de cada nación.
En la recta final de las negociaciones que se desarrollan en Belém, ciudad amazónica que alberga por primera vez una cumbre climática de la ONU, Lula insistió en la necesidad de flexibilidad para alcanzar consensos entre los casi 200 países participantes. Según informó el medio internacional DW, el mandatario brasileño busca consolidar el éxito de esta COP histórica.
Flexibilidad y tiempos diferenciados para la transición
Lula defendió con firmeza que cada país debe tener autonomía para determinar sus plazos de transición energética. «Cada país debe ser dueño de determinar lo que puede hacer dentro de su propio plazo y dentro de sus propias posibilidades», declaró el presidente ante la prensa. Esta postura busca equilibrar las ambiciones climáticas con las realidades económicas nacionales, especialmente en un contexto donde más de 80 países exigen una hoja de ruta con plazos concretos para abandonar los combustibles fósiles.
El apoyo alemán y las críticas de Greenpeace
En un anuncio significativo, Brasil confirmó que Alemania aportará 1.000 millones de euros al Fondo para la Preservación de las Selvas Tropicales (TFFF), una iniciativa lanzada durante esta COP. Sin embargo, no todas las reacciones fueron positivas. La organización Greenpeace cuestionó el optimismo presidencial, señalando que «el presidente Lula habló como si la COP ya hubiera terminado, pero no es así. Necesitamos ver todo este optimismo reflejado en el texto final».
Puntos críticos en la negociación final
Mientras la presidencia brasileña trabajaba en un nuevo borrador de acuerdo, los puntos de fricción principales incluían la financiación climática y las medidas comerciales unilaterales como el impuesto al carbono de la Unión Europea. La ministra mexicana de Medio Ambiente, Alicia Bárcena, calificó estas medidas como «un obstáculo», reflejando la tensión entre países desarrollados y en desarrollo sobre cómo implementar políticas climáticas sin afectar el comercio internacional.
La intervención de Lula refuerza el liderazgo brasileño en la agenda ambiental global, equilibrando la urgencia climática con el pragmatismo político necesario para lograr acuerdos multilaterales en un contexto internacional complejo y fragmentado.




