Trabaja como personal de seguridad en el Hospital de Agudos Dr. Isidoro de Quilmes, pero siempre amó la literatura. Allí, convive a diario con personas en situación de calle, psiquiátricos y terminales que lo fueron inspirando. Su próxima novela será editada en México.
Antonino piensa, se retuerce, habla solo. Hace tiempo planea fugarse de un loquero en un avión de papel. Lejos de reconocerse esquizofrénico, busca la manera de escaparle al encierro que, de a poco, lo va enloqueciendo un poco más. Antonino es un personaje, un rejunte de todo, una amalgama de los pacientes terminales, psiquiátricos, en situación de calle y abandono que pasan a diario por el Hospital Iriarte de Quilmes y que han inspirado a Ariel Aloi en sus tres novelas. Este joven, de 32 años, además de ser cuidador hospitalario es escritor y poeta.
Apenas terminó el secundario, pero desde chico tuvo una gran habilidad y fascinación por los cuentos y la poesía. La tragedia y el dramatismo de sus textos superaban las expectativas de su corta edad y rápidamente captaron la atención de María Laura, su maestra de Lengua. Ella fue quien impulsó a Ariel a escribir y participar de los talleres escolares de literatura. En su casa, este joven aficionado guardaba en secreto un cuaderno repleto de ideas que fue descubierto por su mamá. Eso lo enfureció –cuenta- y lo alejó de la escritura unos diez años.
Su llegada al Hospital Iriarte de Quilmes como personal de seguridad le volvió a despertar su interés por ficcionar en papel las historias de los pacientes con los que él interactúa en la realidad. «Soy muy vulnerable a lo que veo en la guardia. Los casos de niños que ingresan graves prefiero evitarlos. Hay situaciones que vivo en el hospital que me afectan mucho y escribirlo es como una especie de catarsis. La literatura es humanizadora», explica mientras bebe un café y muestra las tapas de sus tres libros protagonizados por personajes inspirados en pacientes reales: Vidas y peatones (2014), Poesías libres (2015), y Aviones de papel, al que lanzará en Guadalajara (México) el 21 de octubre.
Ariel confiesa que todavía no cae mucho con lo que le está pasando, es que nunca pensó que sus textos serían publicados. «Rubén Sacchi, un amigo mío que es editor de las revistas Lilith y Septiembre, leyó algunos de mis cuentos y le encantaron. Me propuso armar un compilado y me impulsó a publicarlo de manera independiente. Así nació Vidas y peatones, que vendió como 400 ejemplares». Y agregó que su última novela Aviones de papel cautivó a una escritora mexicana que lo quiso reeditar allá, por lo que será lanzado en octubre en Guadalajara.
Allí, también presentará su más reciente trabajo (aún en proceso) al que tituló Las edades de la lluvia, que trata también de lo que vive un paciente adentro de una guardia. «Aviones de papel retrata los escenarios de la locura y de la razón, a través de la visión protagónica de un maestro de la papiroflexia llamado Antonino. Con una sencilla mirada poética, desenvuelve una historia de amores y pérdidas y una dramática fuga del hospicio La Buena Fe sobre un avión de papel», precisa.
«El Hospital tuvo mucho que ver en estas historias. Todos los pacientes psiquiátricos sociales antes de ser derivados a nosocomios pasan por un hospital común como el Iriarte. Es habitual verlos en las guardias. Y yo tengo mucho contacto con ellos porque el personal de seguridad colabora mucho con las enfermeras ya que algunos se ponen violentos o se rehúsan a ser atendidos. Tenemos que contenerlos, hablar con ellos», dice. Ariel revela que tras salir del hospital va hacia su segundo trabajo, un estacionamiento. Por tal motivo, sus ideas surgen generalmente en el colectivo, entre un trayecto y otro.
«Mis libros son en base a la experiencia. Muchos llegan a la guardia en situación de deterioro y abandono. La mayoría de los ‘locos’ (como los llaman socialmente) tienen algún condimento trágico en sus vidas como la soledad en la tercera edad, las pérdidas afectivas, las drogas, el alcoholismo. Lo que intenté demostrar en la historia Aviones de papel es que el encierro es una consecuencia también de una sociedad bastante psiquiátrica. Abandonar a un padre o a un hijo no es natural», acusa.
Con humildad, Ariel toma su libro y dice: «No creo que con mis libros pueda cambiar la conciencia de la gente, pero sí creo que la literatura puede ayudar a humanizar a la sociedad, despertar algo que veo que está muy muerto en términos de valores humanos. Lo veo en la guardia cuando entra por ejemplo un paciente con un ACV y salta una mujer preguntando ‘¿por qué yo tengo que estar esperando?’ Y es porque el hombre se está muriendo. Eso lo comparo con la marginalidad de la poesía, un arte totalmente ignorado en nuestro país. En Argentina muy poca gente lee poesía. No existe en los barrios, en las villas», resume.
Este joven poeta –oriundo de Lanús y padre de cinco hijos- destaca la labor de las enfermeras y su voluntad por superar cualquier situación límite. A ellas las define como las «guerreras» de la salud pública porque se ocupan de bañarlos, afeitarlos y hasta comprar comida para los pacientes con dinero de sus bolsillos.
«Hay que cosas que ellas toleran que yo no. Al hospital llegan personas que no tuvieron ningún recurso de prevención en sus vidas. El hospital es la caja de resonancia de la pobreza. Llegan personas que quizá nunca tuvieron una buena alimentación o agua potable. Es gente humilde que vive en condiciones de hacinamiento y contaminación. Creo que el problema es social. En los hospitales falta personal, las condiciones edilicias no son las mejores, pero sí encontrás médicos y enfermeras que se interesan por la parte humana del paciente», cuenta.
Al respecto, añade: «He tenido la suerte de convivir con profesionales que son excelentes en todo sentido y eso me motiva a pensar que las cosas pueden cambiar. La problemática de la salud pública no es solo estructural y de funcionamiento, sino también un reflejo de las deficiencias sociales y políticas del país. Dentro del hospital destaco el ímpetu que se pone para trabajar en condiciones que no son las mejores. Todos tratan de resolver las cosas con lo que hay. Uno a veces se siente afectado, rebalsado con 50 personas esperando en la guardia, casos extremos y no se da abasto».
Ariel es admirador de Julio Cortázar. «Es un escritor inalcanzable», lanza. No se imagina viviendo de la literatura, aunque tampoco concibe un futuro sin ella. «Me siento muy parte del hospital como para pensar en irme algún día. No sé si podría ser un publicador crónico o serial», reconoce entre risas. Al mismo tiempo, explica: «Mis escritos nunca son ficción pura, siempre esconden algo de la realidad».
«En Aviones de papel hay mucho de realidad. Se trata de cinco pacientes psiquiátricos que se quieren fugar de un nosocomio en un avión de papel. Cuenta la prehistoria de la historia que es la fuga a partir de sus vidas que son bastantes trágicas como un alcohólico, un esquizofrénico, y hasta personajes ilusorios producto de las alucinaciones. Trato de reflejar lo que es la vida de encierro de los pacientes. Muchos lo único que piden es salir del hospital hasta que entienden que ahí están resguardados y cuidados», concluye.
Infobae