La lucha contra el cambio climático requiere líderes, metas ambiciosas, decisión, pero principalmente dinero. A eso apuntaron las 450 compañías y líderes del mercado de capitales en la Cumbre de Inversores sobre Riesgo Climático, que se celebró en Nueva York, con la meta de acelerar el avance hacia una economía baja en emisiones de dióxido de carbono.
Al encuentro arribaron inversores institucionales, administradores de fondos de pensiones estatales y ejecutivos de corporaciones. La creme de la creme, el sitio ideal para presentar la Agenda del Inversor, una hoja de ruta sobre las acciones que se deberían tomar en áreas clave para la sustentabilidad de las finanzas.
«La Agenda se desarrolló para que la comunidad de inversores mundiales amplíe las acciones fundamentales para abordar el cambio climático y alcanzar los objetivos del Acuerdo de París. Se los alienta a actuar en inversión directa, en el compromiso corporativo, en compartir la información con sus clientes y en la promoción de políticas públicas», detalla Joy Frascinella, uno de los responsables de transmitir la iniciativa a la comunidad global, en diálogo con ámbito.com.
En el terreno práctico, apunta a tomar en cuenta la eficiencia energética, reducir las inversiones en combustibles fósiles como el carbón y alinear las inversiones con el histórico convenio firmado en la capital francesa. «El cambio climático presenta un riesgo muy real y los inversores de todo el mundo deben analizar el impacto financiero del problema. Tenemos que aprovechar las oportunidades de inversión en iniciativas de energía renovable y bajas en carbono», explica.
El sayo le cabe tanto a gobiernos como a empresas. «Públicos y privados deben trabajar juntos. Es importante que los gobiernos cumplan con sus compromisos e involucren a los responsables de las políticas para fortalecer las regulaciones. Y los inversores también deben involucrar a las empresas emisoras de CO2. Esto ya comenzó a suceder a través de la Climate Action 100+», sostiene Frascinella.
El CA 100+ es una iniciativa global que busca el aporte de los mayores emisores corporativos de gases de efecto invernadero: ya ha logrado reunir a más de 250 de ellos, que juntos administran u$s 30.000 millones.
• Buenas y malas noticias
La cumbre pareció sacudir un poco las cabezas, porque los anuncios se sucedieron: Nueva York adelantó que despojara de combustibles fósiles la cartera de sus fondos de pensiones y elevará los montos para las energías renovables a u$s 7 mil millones. El segundo fondo de jubilaciones más grande de Canadá también se comprometió a aumentar sus inversiones bajas en carbono en un 50% para 2020 y AXA, una de las aseguradoras más importantes del mundo, destinará casi u$s 15 mil millones a ese objetivo para la misma fecha.
Intenciones saludables con la finalidad de siempre: limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2° por encima de los niveles preindustriales.
Las empresas se comprometieron a reducir las inversiones en carbón y considerar el riesgo climático a la hora de tomar decisiones, aumentar la apuesta a las inversiones bajas en emisiones de carbono y a contemplar la eficiencia energética.
También deberán tomar medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y, finalmente, producir un informe anual sobre el nivel de apoyo y los resultados obtenidos.
Tras el meeting, Naciones Unidas recordó que «los costos humanos de no abordar los riesgos climáticos son inmensos» y que «afectan el resultado final de las carteras de inversiones, los modelos comerciales y la integridad de las pensiones y los sistemas de ahorro». Pero, sobre todo, «plantea un riesgo macroeconómico sistémico y un riesgo para el propio sistema financiero».
En los últimos días trascendieron dos buenas nuevas: por un lado China adoptó un conjunto de recomendaciones para «ecologizar» su sistema financiero y el Parlamento Europeo reformó los derechos de emisión para las industrias, con el objetivo de encarecer las emisiones de gases contaminantes y así conseguir reducirlos. Sucede que desde 2005 deben pagar por cada tonelada de gases contaminantes que expulsen a la atmósfera, pero hasta ahora era muy barato y las empresas no tenían muchos incentivos para reducir la contaminación. A partir de 2021, se estima que el precio por tonelada de CO2 trepará de 8,5 a 35 euros y que eso obligará a las industrias a reducir bruscamente sus emisiones nocivas.
Pero, al mismo, tiempo, el Banco Europeo de Inversiones firmó un préstamo de 1.500 millones de euros para el Corredor Southern Gas, el mayor proyecto de combustibles fósiles del Viejo Continente. Aunque, vale aclarar, el gas es el más limpio del «club de los más odiados», en cuanto a residuos y emisiones atmosféricas. En este caso, el argumento es geopolítico: lo que se intenta es diversificar el suministro desde Azerbaiyán para reducir la dependencia de Rusia.
¿Y EEUU? Frascinella señala un hecho inesperado: «El anuncio de Trump de retirarse del acuerdo de París impulsó a muchos inversores, legisladores y otras partes interesadas a una mayor acción contra el cambio climático. Esto quedó más que evidente a través de la campaña We are still in», donde una coalición de gobernadores, académicos y empresarios reconocen el fenómeno y advierten que puede ser «irreversible».
La Agenda del Inversor está dirigida a la comunidad global. «También está diseñada para inversores de América Latina y la Argentina», señala. Nuestro aporte de este lado del mundo no vendría nada mal, en el escenario incierto en el que se desenvuelve la problemática ambiental. Con continuos avances y retrocesos, los esfuerzos corren el riesgo de diluirse en las movedizas arenas que separan el pasado y el futuro: así, pese a que comparativamente 2017 marcó una mejora, a nivel global se invirtieron u$s 825 mil millones en combustibles fósiles y sectores de altas emisiones.
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