La meseta central de Chubut y regiones aledañas enfrentan un nuevo pico poblacional de la tucura sapo, un insecto autóctono que, al competir por el forraje, amenaza directamente a la ganadería ovina y bovina de la región.
Ante este escenario, productores, comunas rurales e instituciones como el INTA y el Senasa articulan esfuerzos para un control temprano que mitigue las pérdidas económicas.
Según la información recabada por la emisora #LA17, la situación actual refleja un patrón cíclico que se repite aproximadamente cada tres años, con estallidos poblacionales que superan la capacidad de carga del ambiente. El ingeniero agrónomo Sergio Binda, referente del INTA El Maitén, explicó que el insecto, aunque es nativo de la Patagonia, se convierte en una plaga cuando alcanza densidades críticas.
Un ciclo biológico marcado por la incertidumbre
La tucura sapo (Bufonacris claraziana) es un insecto herbívoro, inofensivo para las personas pero con un impacto profundo en el ecosistema productivo. Su ciclo comienza cuando la hembra deposita unos 30 huevos bajo tierra, los cuales pueden eclosionar masivamente bajo ciertas condiciones ambientales que aún no se comprenden del todo. Los especialistas manejan hipótesis que vinculan estos brotes con combinaciones específicas de temperatura y humedad.
A diferencia de otros ortópteros, la tucura sapo es áptera, es decir, no tiene alas, por lo que se desplaza únicamente caminando o saltando. Esto limita su dispersión geográfica pero concentra su poder de daño en las zonas afectadas. Su ciclo de vida se extiende desde fines del invierno hasta el verano, momento en que los adultos depositan los huevos para un nuevo ciclo potencial.
Impacto directo en la producción ganadera
El daño económico es tangible y severo. El insecto compite con el ganado por el consumo de pasturas naturales, un recurso ya de por sí escaso en períodos de sequía, como el actual. Esta competencia directa por el alimento se traduce en:
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Bajo peso corporal en ovejas y vacunos.
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Dificultades en la lactancia de los animales.
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Abandono de corderos recién nacidos.
En conjunto, estos efectos profundizan las pérdidas para los productores, amenazando la sostenibilidad de sus campos. En provincias como Santa Cruz, los reportes indican que la plaga ha llegado a arrasar completamente con pastizales en establecimientos históricos, forzando a los productores a realizar inversiones de emergencia para su control.
La detección temprana es la clave del manejo
Frente a este desafío, el consenso entre especialistas e instituciones es claro: la vigilancia y el monitoreo permanente son las herramientas más efectivas. Identificar los sitios de oviposición y detectar los nacimientos cuando las ninfas están agrupadas permite intervenciones más eficaces, con menor cantidad de insumos y menor riesgo ambiental.
En este esfuerzo, el rol del productor es fundamental. «El poblador que recorre su campo sabe dónde están los nacimientos», destacó Binda en la entrevista con #LA17. Para apoyar esta tarea, el Senasa, junto al INTA, el Conicet y los gobiernos provinciales, han conformado la Mesa Patagónica por Tucuras y han elaborado una guía de recomendaciones específica para el monitoreo y control.
Estrategias de control: desde lo químico hasta la innovación
El manejo actual de la plaga es integral y se apoya en múltiples frentes:
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Control químico autorizado: Se utilizan productos como la cipermetrina en cebos específicos aprobados por el Senasa, aplicados estratégicamente en los primeros estadios ninfales.
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Tecnología de apoyo: Se están incorporando drones para fumigación en zonas extensas, lo que agiliza la tarea, y se desarrollan prototipos de aspiradoras mecánicas para capturar insectos cerca de viviendas y aguadas sin usar químicos.
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Investigación aplicada: Se exploran líneas innovadoras, como el uso de la tucura para producir harina de alto contenido proteico para alimentación animal, transformando un problema en un potencial recurso.
La filosofía que guía todas estas acciones no es la erradicación, imposible para una especie nativa, sino la reducción de sus poblaciones a niveles tolerables que no causen daño económico. El ingeniero Binda lo resumió así: «No se trata de erradicarla, sino de bajarla a niveles tolerables».
La alerta fitosanitaria emitida por el Senasa para las provincias de Río Negro, Chubut y Santa Cruz se mantendrá vigente hasta el 31 de marzo de 2026. Este marco legal busca coordinar recursos y articular una respuesta unificada para proteger el forraje del que depende la vida en la meseta. El éxito dependerá, en gran medida, de la continuidad del trabajo conjunto entre todos los actores del territorio.




