La palabra parásito tienen una connotación negativa para las personas: nadie querría albergar un parásito en su interior, o que lo tenga su mascota, o que causen enfermedades en los animales o plantas que cría o cultiva el hombre.
Sin embargo, los parásitos son componentes naturales en los ecosistemas y son fundamentales para su equilibrio.
Es más, el parasitismo es una de las formas de vida más exitosas sobre la tierra.
Se estima que más de la mitad de las especies existentes son parásitas.
Un grupo de investigadoras integrado por Florencia Cremonte, Nuria Vázquez y Carmen Gilardoni estudian a estos parásitos que viven dentro de las almejas, lapas y mejillones de Patagonia y que pueden transmitir enfermedades en humanos.
Florencia Cremonte es Investigadora Principal del CONICET, dirige el Laboratorio de Parasitología (LAPA) del Instituto de Biología de Organismos Marinos (IBIOMAR- CONICET). Nuria Vázquez y Carmen Gilardoni son Investigadoras Asistentes del CONICET y miembros del LAPA.
Complejo ciclo de vida
Los principales parásitos metazoos, (es decir, animales que son organismos multicelulares), de los moluscos bivalvos como las almejas, los mejillones o las ostras, y de los gasterópodos, como los caracoles o las lapas, son los trematodes, unos gusanos planos parientes de las más conocidas planarias, que son de vida libre.
Los parásitos trematodes poseen los ciclos de vida más complejos dentro del reino animal.
Dentro de este grupo de parásitos, hay una familia pequeña llamada Gymnophallidae.
Esta familia está compuesta por sólo siete géneros y unas cincuenta especies descriptas en todo el mundo.
Los miembros de esta familia son de pequeño tamaño; miden en general menos de medio milímetro y son exclusivamente marinos.
Usan como hospedadores intermediarios a los moluscos, principalmente bivalvos.
Los principales hospedadores definitivos, es decir que albergan en su intestino a los estadios adultos, son las aves costeras, que se alimentan en el intermareal de los moluscos parasitados.
En nuestro país
En Argentina, al menos cinco especies de esta familia han sido descriptas parasitando moluscos que habitan intermareales en distintas localidades.
Aún resta describir otras especies que sabemos están presentes en las costas de nuestro país.
Como medida para prevenir una eventual zoonosis (enfermedad que afecta a los humanos y se transmite desde los animales), siempre se aconseja consumir los moluscos cocinados.
En general, la mayoría de los moluscos del intermareal se encuentran infectados por metacercarias (el estadio infectivo para el humano), en especial cuando hay muchas aves costeras, como gaviotas, presentes en el ambiente.
Asimismo, cada molusco puede tener cientos de metacercarias.
Es por esto que, a pesar del pequeño tamaño de cada gusano, ellos ocasionan una enfermedad cuando parasitan a un humano.
Se sujetan a las microvellosidades del intestino utilizando sus ventosas y se alimentan.
Los síntomas de esta enfermedad, la trematodiasis, son variables, dependiendo del paciente y de la cantidad de parásitos, pero en general son similares a los de una gastroenteritis.
¿Cómo es el “viaje” de los parásitos?
En aquellas culturas donde es frecuente consumir productos del mar crudos o insuficientemente cocidos en alimentos como el sushi o el ceviche, por ejemplo, son comunes las parasitosis causadas por trematodes.
Es así como una especie de la familia a la que nos estamos refiriendo en este artículo, fue descripta a partir de gusanos recobrados de una paciente coreana que sufría de pancreatitis.
La mujer se alimentaba con frecuencia de ostras crudas.
Los Gymnophallidae tienen un muy particular ciclo de vida que se puede dividir en etapas de desarrollo.
Primera Etapa (dentro de la almeja)
Una especie utiliza generalmente una única especie de molusco como primer hospedador intermediario.
En el caso de la especie cuyo ciclo de vida se muestra en la figura, es una almeja, que a su vez se adhiere a las algas gigantes llamadas cachiyuyos.
Estas almejas son los primeros hospedadores intermediarios.
Allí, por medio de una reproducción asexual, dentro de un estadio llamado esporocisto, se producen unas larvas con cola, llamadas cercarias, que se liberan al agua.
Segunda Etapa (larva libre en el agua)
Estas larvas no se alimentan: viven un par de días y buscan y entran en las lapas, moluscos que viven adheridas a las rocas en la parte más baja del intermareal.
Cuando la cercaria entra, repta hasta alcanzar un sitio específico, entre la conchilla y un tejido llamado manto, que es el encargado de secretar la conchilla y recubrirla en su lado interno.
Tercera Etapa (en la lapa)
En este sitio (entre la conchilla y el manto), la cercaria pierde la cola y comienza a crecer, aumentando unas tres veces su tamaño, y desarrollarse, formando todo su sistema reproductor.
Allí permanece varios meses y este estadio se llama metacercaria.
La metacercaria se alimenta del material que secreta el manto en su intento de aislar al parásito. Así esta larva consigue un doble propósito: se alimenta y evita que la encapsulen.
Cuarta Etapa (en el ostrero)
Cuando las aves costeras, en este caso los ostreros, se alimentan de las lapas ingieren también a las metacercarias que están en su interior; las larvas alcanzan el intestino del ave y allí se reproducen poniendo huevos.
Con las heces de los ostreros también salen los huevos de los parásitos.
Quinta Etapa (larva libre en el agua)
Del huevo eclosiona una larva de pequeño tamaño y cubierta por cilias, que tampoco se alimenta y busca al primer hospedador intermediario por medio de estímulos químicos liberados por su hospedador, en este caso la almeja.
De esta manera se cierra el ciclo.
(Fuente: CONICET)