Estados Unidos fue el único país que defendió hoy en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas la represión israelí contra la protesta de ayer en la Franja de Gaza que terminó con 60 muertos y miles de heridos, y, como ya es habitual, bloqueó los intentos para condenar a su aliado, Israel.
La reunión de urgencia del Consejo, convocada a pedido de Kuwait para tratar la represión en Gaza y los más de 100 muertos del último mes y medio, comenzó con un minuto de silencio en honor a las víctimas palestinas.
«No hay justificación para la matanza» del lunes, que representó el día más sangriento en la Franja de Gaza desde la ofensiva israelí de 2014, denunció el enviado de la ONU para Medio Oriente, Nikolai Mladenov, y casi todos en el órgano le dieron la razón.
Aunque varios de los Estados miembros y la propia ONU reclamaron una investigación independiente sobre lo ocurrido y exigieron a Israel restringir el uso de la fuerza contra civiles y manifestantes desarmados, Washington culpó exclusivamente al movimiento palestino Hamas, que gobierna la Franja de Gaza, por el derramamiento de sangre.
«¿Quién entre nosotros aceptaría este tipo de actividad en su frontera? Ningún país en esta sala actuaría con más contención que Israel», afirmó la embajadora estadounidense en la ONU, Nikki Haley, visiblemente molesta ante la lluvia de críticas.
Según la diplomática, Hamas usó a civiles como escudo para tratar de llevar de infiltrar a milicianos en territorio israelí y cometer atentados.
Con este argumento, concluyó, que el movimiento islamista palestino está «satisfecho con los resultados de ayer», según reprodujo la agencia de noticias EFE.
La representante estadounidense defendió, a su vez, el traslado de la embajada de su país de Tel Aviv a Jerusalén y afirmó que «no socava de ninguna forma las perspectivas para la paz».
«Aquellos que sugieren que la violencia en Gaza tiene algo que ver con el emplazamiento de la embajada de Estados Unidos están sumamente equivocados», insistió.
Haley no encontró ningún aliado en el Consejo esta vez.
Todo el resto de las delegaciones reiteraron que el estatus de Jerusalén sólo puede definirse en un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos, y, por lo tanto, repudiaron el festejo estadounidense e israelí del lunes pasado por el traslado de la embajada norteamericana en esa ciudad.
«El uso de la fuerza letal debe ejercerse con la máxima contención y sólo como último recurso para proteger vidas», señalaron en una declaración conjunta Francia, el Reino Unido, Holanda, Suecia y Polonia.
Rusia, por su parte, advirtió que las «acciones unilaterales» estadounidenses están teniendo un impacto negativo sobre el terreno y desestabilizando aún más la situación.
Bolivia, en tanto, culpó a la «ocupación» israelí por la violencia y pidió que la Corte Penal Internacional investigue «los crímenes cometidos» contra los palestinos durante las manifestaciones de las últimas semanas.
Los representantes de Palestina e Israel también tuvieron su turno para hablar.
El palestino, Riyad Mansur, destacó que la represión israelí del lunes causó la muerte a decenas de civiles, entre ellos «ocho niños de menos de 16 años».
Mientras Mansur -quien poco después recibió el llamado de su gobierno para abandonar Washington en protesta por la posición de Estados Unidos- criticaba la inacción de la ONU, Haley se levantó de su silla y se retiró sin decir una palabra.
El gesto terminó de disipar cualquier duda sobre la alianza incondicional del gobierno de Donald Trump con Israel.
Con ese apoyo crucial, el embajador israelí, Danny Danon, se mostró tranquilo y defendió las políticas de su gobierno.
«Cada víctima resultado de la reciente violencia es una víctima de los crímenes de guerra de Hamas», sentenció Danon, reforzando el argumento expuesto por Haley.
Desde el 30 de marzo las diversas facciones palestinas impulsan manifestaciones semanales para reivindicar su derecho al retorno a las tierras de las que fueron expulsados o huyeron con la guerra y creación del Estado de Israel en 1948, que cumplió ayer 70 años.