Él tenía 18 años y ella apenas 16. Eran compañeros de escuela y novios. La relación, lejos de basarse en el respeto mutuo, era jerárquica. El acusado “buscaba el pleno control de su persona, buscaba anular su voluntad sustituyéndola por la propia, intentaba cosificarla…”, en palabras del juez de juicio. El 20 de abril de 2016 se le concedió una suspensión de juicio a prueba, pero en el plazo de su cumplimiento, volvió a lesionar a la víctima. Por los nuevos hechos fue condenado, se revocó la Suspensión por los primeros y continuó el proceso hasta llegar al debate. Fue a juicio por dos hechos y resultó condenado por uno de ellos. El juez Martín O’ Connor lo declaró penalmente responsable por el delito de Lesiones Leves agravadas por la relación de pareja y por haberse cometido en un contexto de violencia de género. La pena que se le imponga deberá ser de cumplimiento efectivo.
Uno de los aspectos discutidos en el juicio fue el contexto de violencia de género. El defensor, Horacio Hernández, planteó que su defendido había cumplido 18 años un mes antes de los hechos y que en ese plazo no podría haberse establecido una relación signada por la violencia de género. El argumento fue rebatido por la fiscal María Bottini en sus alegaciones finales y rechazado por el juez Martín O’ Connor en la sentencia. El magistrado basó su conclusión en tres argumentos. En primer lugar tuvo en cuenta que la minoría de edad no excluye su responsabilidad penal por hechos precedentes, aunque con las limitaciones previstas por la ley. En segundo lugar que, aun si fuera inimputable, si durante varios meses “actuó de determinada manera y generó determinada situación, y si al momento de lesionar a la víctima el acusado lo hizo mediando una violencia de género por él causada, entonces debe responder por ello… En tercer lugar, es perfectamente posible que en un mes se genere una situación de violencia de género. De hecho existieron situaciones demostrativas de la existencia de violencia de género que fueron posteriores a las vacaciones de invierno, o sea, luego que cumpliera los 18 años”, planteó.
Cuáles fueron las conductas que evidenciaron la violencia de género
El juez tuvo por probado que el golpe de puño se produjo dentro de una relación de pareja en donde el acusado no buscaba en ella un complemento emocional, sino que buscaba el pleno control de su persona, buscaba anular su voluntad sustituyéndola por la propia, intentaba cosificarla, borrando el ámbito de autonomía a la que ella tenía derecho y desterrándole cualquier proyecto personal por fuera de la pareja. Con esos objetivos se utilizaron medios tales como celos desmedidos, control permanente y paranoico, humillaciones, establecimiento de una relación jerárquica, violencia psicológica y –finalmente- física.
En su razonamiento, el magistrado consideró que “es claro que no puede merecer la misma respuesta jurisdiccional una lesión aislada que una lesión que tiene como objetivo –dentro de otras acciones coetáneas- someter a la mujer –en una multiplicidad de aspectos- denigrándola y limitando en buena medida sus decisiones frente a la vida”.
Aislamiento de su círculo social y familiar, control del celular, humillaciones, relación jerarquizada en la que el agresor ejerce el rol de poder y la agredida se somete a su voluntad, resultan características comunes a muchas situaciones de violencia de género, tanto en parejas convivientes como en los noviazgos violentos.
Tipos de violencia
Existen distintas formas de ejercer violencia. La violencia psicológica se evidencia con celos, control sobre la ropa que usa, las amistades, sus actividades, control sobre su teléfono celular, insultos, humillaciones, descalificación, aislamiento.
La violencia física es la más evidente: empujones, patadas, golpes, etc.
La violencia sexual incluye acciones tales como obligarla a mantener relaciones sexuales, exigirle hacer cosas que ella no quiere, negarse a usar preservativo…
Hay violencia económica cuando la priva de dinero, se queda con los ingresos de ella o le impide trabajar.
¿Cuáles son las causas que contribuyen a que exista la violencia en el noviazgo?
Reproducimos las conclusiones del blog “Mujeres sin violencia” del gobierno de México, respecto de algunas de las múltiples causas que contribuyen a la violencia en el noviazgo.
Las chicas en esta etapa tienen poca o nula experiencia en las relaciones de pareja. Lo que saben de ellas está fuertemente influenciado por la televisión, el cine, la música o las revistas juveniles que en muchas ocasiones reproducen y refuerzan actitudes y comportamientos machistas y sexistas.
La inexperiencia en las relaciones afectivas, en los comportamientos adecuados en las mismas y, sobre todo, su falsa percepción de cómo deben ser, las sitúa en una situación de riesgo.
La cultura del amor romántico ejerce una enorme influencia en el periodo de la adolescencia y posibilita el establecimiento y mantenimiento de relaciones que se podrían considerar potencialmente destructivas. Una visión excesivamente romántica del amor puede contribuir a que las jóvenes toleren una relación asfixiante en la que el sentimiento amoroso se utiliza como justificación del control que la pareja pueda ejercer. Esta misma visión contribuye a que los jóvenes se relacionen desde un rol estereotipado que asocia el control con la masculinidad.
La adolescencia es un periodo de rebeldía y de afirmación frente al mundo adulto, lo que puede perjudicar la revelación de una situación de violencia. Las jóvenes temen a las diversas reacciones de las personas mayores: que subestimen lo que les ocurre, que las “controlen” o sobreprotejan, que denuncien a su pareja, o las alejen de ella. En resumen, que prioricen su seguridad limitando su libertad
No identifican conductas de abuso psicológico como violencia. Cuando piensan en maltrato lo hacen pensando en agresiones físicas graves, aquellas que llevan a una mujer al hospital o la matan.
Consideran los celos como una muestra normal de amor que va a estar presente en todas las relaciones.
No detectan conductas de control como indicadoras de violencia.
Algunos estereotipos sexistas siguen presentes entre las y los jóvenes, como el estereotipo de “mujer objeto”, muy presente en los chicos.
Chicas y chicos son capaces de identificar situaciones de discriminación hacia las mujeres en la sociedad y en su entorno, pero en su propia relación de pareja no identifican conductas de abuso y minimizan la importancia de situaciones de violencia.
Al describir a su “pareja ideal” los chicos lo hacen como objeto sexual y las chicas eligen al “chico malo”, caradura o rebelde, que es el modelo atractivo; los modelos de atracción no son igualitarios entre la juventud, al contrario, atrae aquel o aquella más cercana al estereotipo tradicional.
Es importante entender que el amor verdadero, y los noviazgos y relaciones saludables, están basados en la igualdad, el respeto y la independencia. El amor de verdad no tiene nada que ver con la sumisión, ni con el sacrificio, ni con “el aguante”.
Las relaciones basadas en los celos, reclamos y el control de la otra persona, son relaciones que van permitiendo y consintiendo la violencia.
Si tu relación presenta estos signos, estás a tiempo de reaccionar. La violencia contra las mujeres, incluyendo la violencia en el noviazgo puede prevenirse.
Fuente blog Mujeres sin violencia