Entre otras cosas, los forenses de ballenas investigan las causas que llevan a los cetáceos a acabar varados, como los choques con barcos o las infecciones.
A semejanza de lo que ocurre con los cadáveres humanos en la serie CSI, una ballena varada en la playa es un misterio por resolver. Solo en España, cerca de medio millar de cetáceos encallan cada año. Saber de dónde venían, cómo vivían y por qué acabaron tirados en la arena son algunas de las preguntas para las que buscan respuestas los forenses de ballenas.
Pero su trabajo no es fácil. A causa de la espesa capa de grasa que protege del frío a estos animales, se descomponen con rapidez bajo el sol. Sin embargo, la dificultad que entraña estudiarlos en la naturaleza otorga gran importancia a cualquier información que se pueda extraer de sus cadáveres. Así, un forense ballenero no solo identifica la razón de la muerte, sino que indaga sobre su salud, edad, estado reproductivo y alimentación.
No es habitual descubrir nuevas especies de animales tan grandes como una ballena, pero a veces ocurre. Por ejemplo, a mediados de 2016, se describió una variedad desconocida de zifio –un tipo de cetáceos que presentan un hocico muy pronunciado– gracias al ADN que se había extraído de una carcasa aparecida en Alaska. Entre 2002 y 2004, se produjeron varios varamientos colectivos de estos odontocetos en las Canarias. El grupo de investigación de anatomía patológica especializado en cetáceos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria determinó que existía una relación entre esos sucesos y el uso del sonar en los buques militares, lo que llevó a prohibir esta tecnología en la zona.
Fuente: Muy Interesante