Desde marzo de 2015, Yemen –uno de los países árabes más pobres del mundo- está siendo bombardeado por una coalición liderada por Arabia Saudita en medio de la disputa de poder entre el gobierno de Abdo Rabu Mansur Hadi, apoyado por los sauditas, y los rebeldes hutíes apoyados por Irán.
Todos estos años de guerra, dejó al país con la mayor crisis alimentaria del mundo. Los civiles atraviesan una situación devastadora. En el último tiempo, Amal Hussain, una niña de siete años, reflejaba el drama de Yemen y se había convertido en el símbolo de guerra y hambruna. Una foto de ella acostada en la cama de un hospital conmovió al mundo entero.
Su rostro reflejaba la desesperanza en medio de esa calamitosa circunstancia del país desgarrado por la guerra.
Lamentablemente, la pequeña murió en un campamento de refugiados, tres días después de que le dieran el alta médica. “Mi corazón está destrozado. Amal estaba siempre sonriendo. Ahora estoy preocupada por mis otros hijos”, aseguró la mamá, Mariam, a los medios.
Una médica que estaba a cargo de la niña, relató que las enfermeras le daban de beber leche cada dos horas, aunque vomitaba y sufría de diarrea. Estaba realmente deshidratada. No tenía nada de carne, solo huesos.
La realidad es que hay 1,8 millones de niños yemenitas que están sufriendo por la catástrofe provocada por el hombre. Las Naciones Unidas advirtieron que 8 millones de civiles de Yemen dependen de las raciones de emergencia y pronto podría incrementarse a 14 millones, es decir, la mitad de la población.
El Doce