Munira Abdulla tenía 32 años cuando en 1991 un autobús escolar se estrelló con el coche donde iba con su hijo Omar. El ‘instinto protector’ de la madre hizo que rápidamente abrazara a su pequeño para protegerlo del impacto. Según el periódico The National, Omar recuerda que el día del accidente “mi madre estaba sentada conmigo en la parte trasera del coche. Cuando vio venir el bus, me abrazó para protegerme”.
El accidente, para Omar, resultó en un pequeño moretón en la cabeza. Munira, por otro lado, entró en estado de coma.
“En esa época no había teléfonos móviles y no podíamos llamar a una ambulancia para pedir ayuda”, describió Omar. “Ella se quedó allí, sin ser atendida, durante horas”. Omar logró salir del coche pero Munira permaneció inconsciente en el asiento trasero.
Cuando finalmente fueron llevados al hospital, los médicos le recomendaron a la familia que trasladaran a Munira a Londres. Una vez allí, los médicos determinaron que la mujer se encontraba en estado mínima consciencia; es decir que, pese a permanecer inconsciente, sí podía sentir dolor.
Cuando regresaron a Emiratos Árabes Unidos permaneció internada durante varios años, mientras era alimentada a través de una sonda y sometida a tratamiento de fisioterapia para evitar que sus músculos se deterioraran por falta de movimiento.
Gracias a una subvención otorgada por el príncipe Mohammed bin Zayed, Omar pudo tener a su madre en Alemania. «Ni siquiera pedimos la subvención y nos la ofrecieron. Estoy agradecido con el príncipe heredero por eso», dice.
Los médicos del hospital Schön Klinik Bad Aibling se vieron en la obligación de someter a Munira a cirugía en piernas y brazos debido a que sus músculos sí sufrieron daños.
«Nuestro principal objetivo era darle la oportunidad a su frágil conciencia de desarrollarse y prosperar dentro de un cuerpo sano. Como una planta delicada que necesita un buen suelo para crecer», dijo el médico Ahmad Ryll, especialista en neurología.
Las terapias aplicadas a Munira parecían tener efecto. La mujer empezó a percibir conscientemente la presencia de algunas personas. «Les dije a los médicos que esperaba que ella empezara a hablar otra vez. Me aseguraron que mi imaginación me estaba volviendo loco, que solo la estaban rehabilitando para mejorar su calidad de vida», cuenta Omar.
Luego de un año, en junio de 2018, ocurrió algo inesperado: la mujer empezó a moverse. Los médicos, sin embargo, le dijeron que era una reacción normal.
“Tres días después me desperté con el sonido de alguien que me llamaba por mi nombre ¡Era ella! Ella me llamaba, yo volaba de alegría. Durante años soñé con ese momento, y mi nombre fue la primera palabra que dijo». Luego de llamar también a sus hermanos y de todos los que quería que estuviesen cerca de ella, Munira se volvió más consciente y receptiva a la hora de conversar con su hijo.
Munira regresó a Abu Dhabi con su familia, sigue recibiendo terapia para sus músculos y ocasionalmente va a la Gran Mezquita en silla de ruedas.
*Este artículo fue publicado originalmente en N+1, ciencia que suma.