Sonríe la Princesa Triste y con ella sonreímos todas. Del otro lado del foso medieval, más allá del bosque de 2.000 pinos y cerezos de flores rosas, ella por fin sonríe. En esa mueca que dibujan sus labios, como una luna finita hacia arriba, está quizás el símbolo de su liberación. Y de la lucha de las mujeres japonesas en una sociedad dominada por los hombres.
La princesa Masako, esposa del emperador Naruhito que asumió ayer en Japón, sonríe ahora detrás de las murallas del Palacio Imperial de Tokio, el ex castillo de Edo donde residían antiguamente los shogunes que gobernaron el país con un ejército de samuráis. Y en ese gesto apretado entre los dientes de la princesa, tal vez haya también una señal de su recuperación: durante años estuvo recluida dentro del palacio golpeada por una gran depresión, dicen que a causa de la enorme presión para que diera a luz un hijo varón que garantizara la línea sucesoria del flamante emperador. En Japón las mujeres no pueden acceder al trono. Masako tuvo una nena hace 17 años y luego sintió el apremio para concebir un varón, que nunca llegó. Recién se liberó de esa carga cuando nació un sobrino de su esposo, que podrá sucederlo. Los médicos de la princesa confirmaron hace un tiempo su mejoría. Y a los 55 años, esa sonrisa de medialuna que flota en su rostro grácil es mucho más que un gesto de protocolo.
“Me pregunto en qué medida seré capaz de servir a la gente”, dijo hace unos días. Masako estudió diplomacia en Harvard, habla 5 idiomas y cuando se casó resignó su carrera para cumplir el papel de acompañante en la Casa Imperial. Acaso llegó ahora el momento de hacerse escuchar. De liberar su voz, detrás de esas primeras sonrisas.
Fuente: Clarín