Era un paseo de tres amigas a Buenos Aires. Se convirtió en una pesadilla por la cual María de los Ángeles Acosta y Rodolfo Mauricio Barrionuevo fueron condenados a 12 años de prisión. El Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia los sentenció por explotación sexual, engaño y amenazas, abusando de la vulnerabilidad de las menores víctimas para prostituirlas en Plaza Miserere, Capital Federal.
El lunes 15 de agosto de 2016, en Trelew, Acosta pidió permiso a dos madres para llevar a sus hijas de 14 años de paseo a Puerto Madryn porque era feriado. Las acompañaría una tercera nena de 12 años, familiar de la condenada. Prometió regresarlas al otro día. Pero se esfumó, así lo informó Diario Jornada.
Luciana, madre de N.A.L., una de las nenas, hizo la denuncia en la Comisaría 2ª. Su hija tenía turno en el pediatra y nunca llegó. Le había dado una muda de ropa y plata para el pasaje. Presumía que podía estar en Buenos Aires por un dato que le acercaron. Era la primera vez que trataba a Acosta. “En cambio a la hija hace tiempo porque es amiga de la suya hace cuatro años”. Le advirtieron que Acosta solía prostituirse. Comenzó una búsqueda masiva con fotos de las chicas.
La Policía reconstruyó que el 17 de agosto, Acosta y las tres nenas tomaron el micro a Madryn. Se las vio en la estación de servicio El Tenaz. Se quedaron en un departamento de San Luis al 600, prestado por un amigo que la conoció cuando trabajaba en Tránsito y ella en el SEM. Pero cuando el hombre la vio con menores ajenas y tomando Fernet le reclamó que “no lo meta en quilombos”.
La mujer dejó el departamento robándose un TV, un equipo musical y ropa de cama. Se movió en taxi con valijas. Según testigos, las nenas lucían drogadas, idas. Hicieron dedo a camiones en la ruta hasta provincia de Buenos Aires, donde llegaron el 18. Una vez en Cañuelas llegaron a Florencio Varela en micro, gratis porque Acosta no tenía SUBE. Luego en taxi a la casa en Villa La Carolina. Eran las 3 y las esperaba Barrionuevo.
Ya en Buenos Aires, donde nunca habían estado, el dúo las llevaba en micro a Plaza Miserere de Once. Las prostituían en un albergue cercano, bajo amenazas de echarlas o dejarlas sin comida. “Callensé p…de m…Más vale que hagan plata para pagar el alquiler por semana, que hay que pagar $ 600, si no, no sé cómo se van a ir ni cómo van a pagar la SUBE”, les decía el hombre. “Pero denle, si es para la comida de ustedes”, las animaba ella.
Ambos se quedaban con los $500 de cada encuentro.
El dúo captaba “clientes”, las acompañaba al hotel, arreglaban la tarifa y las esperaban a la salida. No usaban preservativo. Comían alfajor y gaseosa. Uno hacía de campana. Con la plata, la pareja compraba a diario marihuana, pasta base, paco, cocaína, Poxirán. Las obligaron a consumir.
A veces para no ir las chicas decían que estaban menstruando. La comunicación con sus familias era escasa y controlada. Sus documentos los guardaba Acosta. No sabían dónde estaban ni tenían dinero. Engañadas, no tenían forma de huir. Les ordenaban limpiar y cocinar, pero si no había, no comían.
Buscando en Facebook la Policía llegó hasta una empleada de Lotería Nacional, hermana de Mauricio. La entrevistaron y los guió para llegar a La Carolina.
La única vecina que colaboró les contó que en esa casa vivían hace una semana “tres jóvenes con una señora gorda y un masculino que conoce como Mauricio”. Las nenas le pedían agua para higienizarse. Se iban a las 8 y regresaban a las 22. “Ella se da cuenta por el ruido cuando hablan las chicas y le suelen pedir vasos y cosas así, porque en esa casa no tienen nada. Sucede casi a diario desde que llegaron, carecen de energía básica y luminosidad por la noche”.
La madrugada del 25 de agosto se allanó la casa de calle 1134 Nº 2041 de la villa. Había muy poca luz. Se halló a las tres menores muy nerviosas junto con los imputados en la cocina. Era una casilla precaria de madera y techo de chapa. Calles de tierra y difícil acceso vehicular. Piso de cemento, dos habitaciones y cocina comedor. Tenía luz y como calefacción fuego en un recipiente, con pocos muebles y “deplorable estado de conservación”. Había una bolsa con preservativos, incluso usados. Acosta entregó los DNI.
Los jueces Enrique Guanziroli, Nora Cabrera de Monella y Ana D´Alessio definieron la trata como “una grave violación a los Derechos Humanos, que afecta en lo más profundo la dignidad y la posibilidad de elegir libremente el plan de vida”. Acosta y Barrionuevo “se aprovecharon de la situación personal de las niñas, pobres, con miedo, desconcierto e incertidumbre”.
Para la condena fue clave el testimonio de las nenas. La “rebeldía propia de la edad” o el consumo de Poxirán que admitieron no desacreditó sino que reforzó sus dichos “pues demuestran su vulnerabilidad”. Las nenas siempre contaron lo mismo sobre cómo fueron sometidas. El relato fue coherente, ordenado y creíble. La experiencia fue “traumática y angustiante”.
“¿Por qué mentirían las víctimas? Como muchas veces pasa en nuestra sociedad, ante un delito cruel la estrategia de los culpables es vilipendiar a las víctimas, en este caso tres niñas frágiles”, advierte la sentencia.
Según el informe de la Oficina de Rescate y Acompañamiento de las Personas Damnificadas por el Delito de Trata de Personas, que refugió y entrevistó a las niñas, “habrían sido víctimas de violencia psicológica, física, sexual, y económica en un contexto de restricción total de su autonomía y libertad”.
El rol de Acosta fue lograr que las niñas decidieran viajar. Las conocía y sabía que eran inmaduras y de familias pobres. Barrionuevo tampoco podía desconocer el perfil de las víctimas. Bastaba mirarlas
“En estos delitos lamentablemente no sorprende que allegados e incluso familiares de las víctimas estén implicados, motivados por la misma miseria que los rodea donde pierden todo atisbo de decencia”. Las chicas estaban sin dinero, sin documentos y a cientos de kilómetros de su hogar, sin chances de pedir ayuda.
Sus relatos por separado fueron “ricos en detalles y no pueden provenir de otro lado que de sus penosas experiencias personales vividas”. Acosta ocultó el viaje y el destino final “usando su trato ascendiente y de vecina, entendida como la atracción y seducción para ganar su confianza y voluntad, llevándolas de un sitio a otro, separándolas y desarraigándolas”.
El eje central del caso fue “el avasallamiento de la infancia de las víctimas, el condicionamiento de su vida a futuro, traducida en dificultades para establecer vínculos, generar una propia y positiva conformación de la sexualidad y la puesta en riesgo de su autoestima”.
Toda su vida las nenas padecieron problemas familiares, económicas y personales. “Eran blanco fácil para quien tuviera el deseo de aprovecharse”.
Con ausencia de padres, conflictos con las madres, abandono de la escuela, relaciones con adultos en la calle, adicciones y pobreza, era tentador y nuevo viajar a Madryn de la mano de Acosta.
“Se las trasladó a más de 1.500 km; no sabían dónde se encontraban, desconocían cómo manejarse en el Gran Buenos Aires y dependían para habitación y alimento de los dos adultos. Limitadas de origen y con sus defensas más debilitadas, se las sometió a la explotación sexual. Ocurrió de la peor manera”.
“Niñas en un cuarto de hotel alojamiento, ¿qué posibilidad tenían de poner alguna condición al ocasional “cliente”, exigir preservativos o establecer algún límite en esa relación sexual? Ninguna”.
En una de las nenas, los profesionales dijeron que “su cuerpo había sido muy maltratado, muy pasada de droga; sus partes íntimas habían sido muy dañadas porque pasaban 10 o 12 hombres por día”.
Barrionuevo tenía condenas por violación de domicilio, amenazas y robo calificado. Quedó preso en la Unidad 6 de Rawson. Acosta, en el Complejo Penitenciario Federal Nº 4 del Servicio Penitenciario Federal. La vivienda de la Villa Carolina fue decomisada.#
“Nunca nos dijeron y nunca pensamos que nos iban a hacer estar con hombres”
Las profesionales del Programa Nacional de Rescate y Acompañamiento a las Personas Damnificadas por el Delito de Trata tuvieron entrevistas individuales y privadas con las tres nenas, apenas halladas. Debieron aguardar por el estrés, el shock y el agotamiento de las víctimas, hambrientas. Las llamó “A”, “B” y “C”.
“A” vivía en Trelew con su madre desocupada, su padrastro albañil y tres hermanos de 9, 8 y 2 años. Había comenzado el quinto año de la primaria pero abandonó porque “no le gustaba ir a la escuela”. Con las otras dos nenas eran vecinas y amigas.
Acosta iba a radicarse en Buenos Aires y le ofreció acompañarla para pasear y conocer. Su madre le dio permiso. “Viajamos las cuatro en la parte de delante de los camiones y no sé dónde bajamos, yo nunca había venido”. Todo lo pagó Acosta.
A la mañana siguiente de la llegada las levantaron para ir a Plaza Miserere. “Teníamos que trabajar con los hombres” en un hotel. No quería pero Acosta “se enojaba y ponía cara de mala”. Las ofrecía, negociaba con los clientes y los acompañaba al hotel, donde Barrionuevo esperaba en la esquina. Iban casi todos los días de 10 a 20.
Acosta les preparaba cena pero algunas noches no tenía ganas y las mandaba a limpiar. Varias veces fumó marihuana, incitada.
“Barrionuevo consumía alcohol en exceso, los fines de semana, en varias oportunidades me pedía un beso y yo me negaba”.
Habló con su madre pero vigilada. Las chicas le dijeron a Acosta que querían regresar. “Me van a meter en quilombos”, les respondió.
“A” se mostró preocupada por el futuro de sus amiguitas. Consumía Poxirán y hasta cayó “presa” unas horas. De su padre sólo sabía que vivía en Corrientes.
La niña “B” vivía en Trelew con su mamá, su papá albañil y cinco hermanos de 19, 18, 17, 11 y 4 años. Dejó el tercer año de secundaria pero quería terminar los dos últimos juntos. “Mi mamá creía que me iba a Puerto Madryn, sino no me hubiera dejado ir a Buenos Aires”, contó. Le dieron $ 100 para gastos personales para el paseo. “Acosta nunca me dijo que iba a tener que trabajar con hombres, me dijo que venía a pasear”.
En el viaje pararon en varias ocasiones para comer y pagaba Acosta. Era su primera vez en Buenos Aires. Pero en su estancia su única salida fue a un kiosco de La Carolina.
Un día Barrionuevo la llamó y la llevó hasta un hotel. “Me dijo que tenía que estar con un boliviano, yo vi cuando a Mauricio le dio 500 pesos”. Describió “un telo” a dos cuadras de la plaza; en la esquina había un kiosco y un puesto de diarios, frente a un supermercado. Era una puerta de chapa negra y escaleras al primer piso. Habló con su mamá pero por la vigilancia de Acosta, no pudo alertarla. “Nunca pensé que nos iban a hacer estar con hombres”.
“B” pasaba gran parte del día en la calle con “A” y “C”, en situaciones de riesgo. Dormía varias noches en la casa de amigos. Prefería no volver a su casa: se sentía sola y sus padres discutían mucho.
Consumió hasta 7 latas de Poxirán por día. Dejó de “jalar” ya que le costaba dormir y se ahogaba de noche. Solía terminar “en problemas” y “presa”. En Buenos Aires se puso “firme” y recurría a una actitud evasiva para no ir a la plaza.
La niña “C” relató que es familiar de Acosta y que vivía con ella. En 6º año abandonó la Primaria. Residió en el Hogar de Mujeres. Pasó por varias instituciones de Trelew debido a conflictos familiares. Se escapaba para quedarse con amigos. Pasó mucho tiempo en la calle entre Poxirán y marihuana.
Iba a mudarse a Buenos Aires. “Se lo comentó a sus dos amigas y ellas habían querido pasear”. Para defender a su familiar explicó que “eran ellas las que decidían acostarse con hombres para tener dinero para sus gastos”. Ya lo hacía en Trelew. “C” no quiere volver al Hogar. Prefiere a su familia en Caleta Olivia.
Según las profesionales, las nenas dieron varios detalles coincidentes acerca de la oferta engañosa, el traslado y la acogida. “Las vivencias ocasionan vergüenza y culpa, y es frecuente por el temor a represalias, más aún cuando los proxenetas tienen vínculo cercano a las víctimas”, dijo su informe. La confianza que las personas depositan en el captador “suele ser un mecanismo de persuasión”.
Eran 24 horas de control, amenazas y coerción constante. Pocas horas de descanso, órdenes para limpiar, falta de alimentación e higiene, comunicación monitoreada con sus familiares, incitación al consumo de drogas, maltrato psicológico y acoso sexual. Estaban indocumentadas y desconocían la zona, en una zona inaccesible, desorientadas para pedir ayuda. Querían volver.
Fue un “contexto complejo y no esperable en su etapa evolutiva”.#
“Lo que les hicieron les robó la niñez”
Luciana, mamá de N.A.L., declaró ante el Tribunal Oral Federal que su hija “estaba en una etapa de rebeldía que venía controlando a través del Servicio de Protección de Niño y el Adolescente”.
Admitió que era frecuente que se escapara pero que era la primera vez fuera de Trelew.
Primero la buscó por Messenger, sin respuestas. Hasta que una familiar de María Acosta le avisó: “La gorda se la llevó a Buenos Aires a prostituirlas”. Le propuso viajar y buscarlas.
Llamó a Protección de Niños y Adolescentes. Le dijeron que no viajara a buscarla y que hiciera la denuncia”. En una charla que pudo lograr, su hija dijo que estaban en La Carolina. Trató de mantener la comunicación lo más que pudo hasta contactar a Investigaciones, hasta que se le apagó el celular. Su hija le había sacado el teléfono a Barrionuevo y habían salido a hacer un mandado, tenían un rato para hablar. Ya el caso había explotado. Llamaban desde el celular de Acosta pero hablaba su hija, pidiendo plata para los pasajes por Wester Union. Con los datos y dirección la rescataron.
“Que pague”
Gisela es madre de M.A. Conoció a Acosta cuando fue a pedirle permiso para llevar a su hija a Madryn. “Le dijo que si es a Madryn sí, que la lleve y la cuide mucho”. Al otro día no apareció.
“Empezó a desesperarse y como tiene hijos menores no los podía dejar solos, es madre soltera. Todo el tiempo le decía que estaba en Madryn. Con 11 años nunca le iba a dar permiso para que esté en Buenos Aires. Por su hermana se enteró que estaba en Buenos Aires. Acosta la drogó para sacarla de Trelew”.
M.A. ahora va a escuela en Corrientes. Vive con su abuelo y una hermana. “Lo único que quiere es que pague por lo que le hizo”.
Lorena es tía de M.A. Por su vecina Luciana se enteró que su sobrina estaba en Buenos Aires. con supuesto permiso de Gisela. “No justifica a su hermana, pero es muy ingenua, cree mucho en las personas y se ve que tomó mucha confianza en Acosta. Le dijo a su hermana si era o se hacía, que como le iba a dar permiso para que se lleve a su hija; ella respondió que se la llevaba de vacaciones, que se la iba a cuidar”.
No se quedó tranquila y denunciaron en la Comisaría 2ª “porque esto no le cerró nunca”. M. se contactó un par de veces y después perdió el rastro. No le creía que estaba bien. Luciana, desesperada, quería viajar.
Nunca trató con Acosta pero “no le agradaba su cara”. De las comunicaciones a escondidas supo que la mujer no les daba el teléfono. “Se querían volver porque no aguantaban más, no sabían explicar dónde estaban, decían nomás que estaban en una villa”.
Después llegó el rescate. Cuidó en su casa un par de meses a su sobrina, que con el tiempo le confesó a lo que la habían obligado. La acompañó al pediatra, psicólogo y ginecólogo.
“Le dejó secuelas en su sobrina, no quiere acercarse a nadie, ni siquiera con sus tíos. Trata de hacer vida normal de una nena pero con lo que le hicieron, no sabe. Le robaron la niñez”, definió.#
“Antes de hacer algo así prefiero salir a robar”
En su defensa, María Acosta negó los hechos ante el tribunal y dijo que ambas madres le habían dado permiso y sabían la fecha de regreso.
Ella había viajado a Trelew para visitar a su hijo menor discapacitado, alojado en el Hogar de Menores del barrio Planta de Gas.
“A Buenos Aires iban de vacaciones porque las nenas no hacen nada, estaban en su casa de Florencio Varela y les daba plata para que llamen a su mamá”.
Aseguró que dormían hasta las 17, se levantaban a desayunar y comer, todo junto. Barrionuevo trabajaba todo el día. Según su versión, regresarían el 12 de septiembre porque era el cumpleaños de su hijo.
Acosta ejerció la prostitución y fue víctima de violencia de género. Se prostituyó cuando el papá de sus hijos falleció en 2008 y no tenía como mantenerlos. De sus 25 a los 32 años.
“En ningún momento explotaría a una menor porque ella conoce lo que es el maltrato, siempre puso el cuerpo por sus hijos”.
Le dijo a los jueces que mientras estuvieron en Florencio Varela con las nenas fueron hasta el Obelisco en micro a comer pizza. Su marido es pintor y estaba cerca. En Plaza Miserere sólo estuvieron un día y no pasó nada. La noche del allanamiento “las menores como son nenas se llevaron preservativos para inflar y reventar porque se ponían a jugar como en un cumpleaños”.
Versión Barrionuevo
Rodolfo Barrionuevo buscó conmover al TOF relatando que tiene hijas y nietas. “Antes de hacer algo así prefiere salir a robar, tiene trabajo y no precisa nada”.
Cuidaba coches en las calles y a María la conoció en Buenos Aires. Decidió “cambiar de vida, “se hizo pintor y trabajaba de lunes a viernes, sin horario.
En la Villa La Carolina, María se quedaba con las nenas en la casa, haciendo tareas del hogar. Aseguró que le preguntó a su pareja si las nenas tenían autorización de las madres. Como Acosta le dijo que sí, se quedó tranquilo con la situación. La idea era volver luego todos juntos a Trelew.
Dijo no saber que hacían las nenas en la casa ya que trabajaba todo el día trabajando. Hasta les dio plata para que hablen con sus mamás por Facebook.
“No obligó a las chicas a prostituirse, que si las tuviera trabajando no viviría así”. Dijo que es “mentira” que las llevó a Miserere porque allí hay miles de cámaras, policías y patrulleros. Lo hubiesen descubierto. Tiene cuatro causas en el Juzgado de Quilmes por robo y estuvo 18 años detenido. Fuma marihuana desde los 12 años.