Una piedra en el camino. Un freno, un obstáculo, una dificultad. Una piedra en el camino, si el sendero es barroso, intransitable, también puede ser un punto de apoyo y una salvación. Varias piedras en un camino oscuro pueden ser una ruta de salida. Raúl Osella fue una en la huella de Carlos Tevez, una referencia para seguir adelante, un amigo del alma en una vida que ya tenía padres del corazón.
Osella y Tevez, en el Mundial Sub 17 de 2001. Detrás, Javier Mascherano. En el mismo equipo estaban Pablo Zabaleta y Maxi López, entre otros.
Esa relación también está recreada y algo ficcionada en la serie «Apache» (Netflix), que en ocho capítulos relata la primera parte de la vida de Carlos Martínez, luego Tevez y más tarde Apache, crack del fútbol mundial. Los que la vieron completa o llegaron al punto en el que Carlitos pisa suelo xeneize sostienen el debate: ¿quién es el pibe que conoce en las Inferiores, ese mismo que va a la Selección con él y que además comparte plantel en el Mundial Sub 17 de 2001?
Una escena es la clave, cerca del final, cuando Tevez olfatea Primera y la Selección Juvenil ya lo tiene en la mira. Es convocado para el Sub 17. Un enviado de la AFA da la lista en el campo de entrenamientos de Boca y allí se confirma que Carlos Tevez y Raúl Osella (Fernando Cisneros en la ficción, interpretado por Román Almaraz) son los únicos dos jugadores del club que van al Mundial de Trinidad y Tobago. Al regreso de ese torneo, con cuarto puesto incluido, en pleno vuelo Carlitos y Fernando se lamentan la fallida perfomance, penas e ilusiones.
Fernando es Raúl en la vida real, categoría 84, un lateral o volante derecho oriundo de Morteros, Córdoba, que llegó a Boca con edad de Novena. Compartió muchas horas y momentos con Tevez hasta que el Apache despegó. Igual se dio el gusto de debutar en Primera, en otro flash que quedó para el recuerdo: aquel 7 a 2 en contra con Central en Rosario. Los titulares y los hinchas festejaban la Libertadores 2003 en la Bombonera mientras un piberío azul y oro la veía pasar en Arroyito.
Una gira por Inglaterra les permitió seguir compartiendo grandes vivencias, como la de jugar en el mítico Wembley.
«Carlitos es un gran amigo, nos conocimos ahí en Boca. Yo llegué con edad de Novena pero él ya estaba, del año anterior. Antes del Sudamericano y del Mundial Sub 17 fuimos dos años a la Selección juntos, hicimos todo el proceso, con Hugo Tocalli de técnico», cuenta Raúl, desde Brunnen, Suiza, donde vive frente al Lago de los Cuatro Cantones junto a su mujer Sabrina y su pequeña hija Francesca. Sigue jugando al fútbol, pero en una liga semiprofesional: «Por eso además de jugar trabajo, acá si sos jugador profesional te dejan estar pero si no, tenés que sostener la visa de trabajo con un empleo, por eso estoy en una fábrica que produce discos para la empresa Bosch».
«No vi la serie, aún no. Pero muchos amigos me escribieron y me contaron, dicen que ese pibe soy yo. Puede ser, fuimos los únicos jugadores de Boca que fuimos al Mundial, sí. Y si pusieron un actor rubio, pelo un poco ondulado, puede ser, sí, jajaj…». Además de Boca, en la ficha de Osella figuran Deportivo Morteros, Tiro Federal de Rosario y los clubes suizos FC Locarno y FC Ibach. «Vine a jugar al Locarno, estuve cuatro años, volví a la Argentina y ya llevo otros seis acá. Y creo que me quedo a vivir acá una vez que deje de jugar», confiesa a la distancia.
Único hijo, a lo lejos, papá Eladio y mamá Otilia sufren el desapego. El llamado de Clarín altera la paz de la siesta en Morteros, un tío avisa a la familia y llegar a Raúl, a 11.848 kilómetros de distancia, se resuelve con un simple «escribile al chico del diario por Facebook, Raulito, dice que te escribió ahí» de doña Otilia. El contacto es inmediato y la charla se llena de datos, cual efecto dominó.
Reencuentro en Turín, cuando el delantero jugaba en la Juve.
No hay cuarentón en Morteros que no recuerde el paso de Carlitos Tevez por la ciudad, de unos 20 mil habitantes, allá por el año 1997. «Estábamos en Novena, teníamos 12 años, era junio y había receso. Pasábamos todo el día juntos y entonces le dije de ir a mi pueblo. Lo habló con sus padres y nos fuimos en colectivo, diez horas. Hacía un frío tremendo, pero allá mis amigos y mi familia estaban como locos. Carlitos no era conocido todavía, pero el tema era que yo llevaba seis meses en Boca, era la novedad en casa, y llegaba al pueblo otro jugador de Boca. Era una noticia allá. Jugamos un partido, me acuerdo. Hoy mis amigos me dicen: ‘¿Te acordás cuando vino Carlitos, que jugamos ese picado y nos pasaba a todos como parados?’. Y sí, Carlitos ya era un crack», detalla Raúl, mientras recupera en la memoria otro momento soñado e inolvidable.
Ese apoyo mutuo los marcó para siempre, justo en las edades en que se hacen carne sensaciones y emociones. Podrán pasar mil años… un reencuentro deseado surge natural. Y eso pasó, una década después de la última vez que se vieron. Las carreras de Carlitos y Raúl se bifurcaron. La de uno fue tan ascendente y vertiginosa que la de cualquier otro hubiese quedado opacada de cualquier modo. La de Osella no explotó, claro, pero sin dudas se aletargó si se la compara con la del Apache.
«Cuando él firmaba con el Corinthians, yo me iba a préstamo a Tiro Federal…», cuenta, sin remordimientos y entre risas, lleno de admiración al craque. Esos caminos se volvieron a unir tiempo después, y de un modo bien singular.
«Con Carlos nos reencontramos cuando fue a jugar a la Juventus. Un amigo mío conoce a un flaco del club y me preguntó si quería tratar de contactar a Carlitos. Y el gesto que tuvo no me lo voy a olvidar más. Este pibe le mandó un mail a su contacto y le contó que yo había jugado con Tevez, para que le avisara a Carlos, y le dimos un número de teléfono. Al otro día me suena el celular. Era Carlitos».
«Apache», la serie de Tevez. Balthazar Murillo (Tevez) y Román Almaraz (Raúl Osella), en la recreación del viaje del Sub 17 al Mundial de Trinidad y Tobago..
El encuentro fue inmediato. Raúl viajó a Italia y se fue hasta el hotel de la Juve. La emoción y la conexión estaban intactas. El abrazo fue volver a unir aquella niñez con esta adultez.
«Yo estaba jugando en Locarno y la Juventus jugaba con el Milan de visitante. Tengo dos horas hasta ahí, entonces quedamos en vernos. Me hizo subir al piso donde estaba el equipo, increíble, muchísima seguridad. Nos abrazamos como si no hubiesen pasado los años. Hasta me preguntó por mis viejos y se acordaba los nombres… y eso que son difíciles, eh. Quedamos en vernos en Turín, más adelante. Fui con mi familia, vimos un partido y nos insistió para ir a comer un asado a su casa. Un momento hermoso, ahí nos tomamos ese fernet, el de la foto, ja», repasa al detalle.
Hincha de Boca, Osella mantiene su equilibrio entre el fanatismo por los colores y la admiración por Carlitos, especialmente desde su regreso a La Boca. Volvieron a hablar cuando el Apache estaba en China y ya se deben otra charla, post impacto de la serie. Algo de ficción, mucho de realidad. Nada podrá simular esa amistad.