La saga de movilizaciones bajo el sello #SíSePuede que el gobierno puso en marcha tras la derrota en las PASO tendrá este sábado una parada clave. El presidente Mauricio Macri espera reunir en el Obelisco, a las 17, a una multitud para dar volumen al final de la campaña e ilusionar a sus votantes con la posibilidad de forzar un balotaje con el opositor Frente de Todos.
La movilización en el centro de la Ciudad apenas un día antes del segundo debate presidencial obligatorio implica un desafío. El oficialismo siempre despreció el formato de los actos tradicionales que, por las paradojas que articularon los resultados del 11 de agosto, quedaron como recurso de su lado y, en cambio, fueron administrados en dosis homeopáticas en el campamento peronista de Alberto Fernández. “Será el acto más grande en la historia del PRO”, se ilusionan por estas horas en la Casa Rosada.
La secuencia de movilizaciones que Juntos por el Cambio despliega desde fines de septiembre en diferentes puntos del país bajo el slogan “30 ciudades en 30 días” articularon como un entrenamiento para el capítulo central de este fin de semana.
Desde el revés en las PASO, el Presidente salió de las plataformas de comunicación contraladas y probó suerte en el contacto directo con militantes y simpatizantes con suerte dispar.
El gobierno se sorprendió por el éxito de algunas convocatorias, pero Macri quedó expuesto en varias de las intervenciones públicas que escapan al corset de un entrenamiento previo. La desafortunada frase de sesgo machista y clasista sobre las mujeres y el uso del dinero para comparar los efectos del populismo fue, quizás, el mejor ejemplo de esas debilidades.
Esa doble lectura descubre que, como señaló el sociólogo Carlos De Angelis en la edición dominical de Tiempo, la estética de la campaña post PASO del oficialismo es un “manual de emergencia”. Macri necesita reconstruir la mística y, al mismo tiempo, asegurar la adhesión de su núcleo duro: el giro a un discurso conservador en los ejes aborto y seguridad también intenta captar sobre el final voluntades del Frente Nos de José Luis Espert y el Frente Despertar de Juan José Gómez Centurión.
Caja de herramientas
En la mesa política que lidera el jefe de Gabinete, Marcos Peña, insisten que la convocatoria de este sábado fue espontánea, a través de las redes sociales. “Nosotros nos subimos a algo que la gente ya había puesto en marcha”, le dijo a este diario uno de los funcionarios que coordina la campaña por la reelección de Macri. En ese contexto, en la Casa Rosada aclaran también que la consigna “del millón” es apenas eso, una consigna.
Con todo, el gobierno apuesta a replicar la movilización porteña en otros 30 puntos del país.
En la Capital Federal, la marcha del #19O cambiará el ritmo de un sábado primaveral: se instalarán pantallas gigantes a seis cuadras a la redonda y se instrumentará un operativo policial especial para facilitar los accesos a la zona. El objetivo es mostrar una comunicación “horizontal” y subrayar la espontaneidad de la participación: es posible que muchos manifestantes exhiban su tarjeta SUBE como lo hicieron en el inicio del ciclo de movilizaciones en Belgrano para descartar la participación de incentivo de punteros políticos.
Esa imagen contrastará con los militantes que llegarán, según los organizadores, de 30 puntos del país a partir de las primeras horas de la tarde. ¿Se verán micros estacionados en las inmediaciones de la Plaza de la República?
El equipo de comunicación de Juntos por el Cambio apuesta a que la estética del acto recree un diálogo entre Macri y los manifestantes. Y que su efecto ratifique, casi como una señal hacia el futuro, que es el Presidente quien tiene la llave del liderazgo del espacio, más allá de los resultados del 27 de octubre.
Como sucedió en la mayoría de las marchas del #SíSePuede, el Presidente estará acompañado por su esposa, Juliana Awada. El jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, también dará el presente. Como Macri, el alcalde enfrenta en apenas poco más de una semana el desafío de revalidar títulos en un contexto desfavorable por el impacto de la crisis económica-social y el peso del desgaste de la figura presidencial.