Asumirá como jefe de Gabinete. De cuna peronista y formación católica, se convirtió en el operador de Fernández.
– Le presento a la mano derecha de Fernández.
– La mano derecha de un pulpo.
Santiago Cafiero usa seguido ese gag. Con 40 años, este politólogo, tercera generación de estirpe política, intenta camuflar el protagonismo que tiene en la atmósfera Alberto Fernández, un microplaneta con lugar para pocos.
Cafiero, que asumirá como jefe de Gabinete, es la cara visible del albertismo, unismo que durante el primer kirchnerismo tuvo peso en el funcionariato pero que emergió como entidad el día que Cristina Kirchner bendijo a Fernández.
Se puede decir que nació el 18 de mayo de 2019 y que Cafiero era uno de los pocos que estaba ahí cuando eso ocurrió. Y que integró el selectísimo grupo, junto a Máximo Kirchner y alguno más, que supo antes, que Cristina entronizaría a Alberto.
Peronista como Antonio, su abuelo, ex gobernador bonaerense y frustrado presidente, y de River como Juan Pablo, su padre, diputado, ministro y embajador en el Vaticano, Santiago heredó de ambos la militancia religiosa.
Su primera militancia fue en los ‘ ’90 en La Cava, una villa de San Isidro, junto a Jorge García Cuerva, un cura villero que este año fue designado obispo de la diócesis de Rio Gallegos. Al tiempo, creó una Unidad Básica y un merendero con otros jóvenes.
No fue, dice, menemista ni abandonó el peronismo. Su abuelo, en los últimos ’90, se convirtió en candidato bonaerense de Carlos Menem mientras su padre, al inicio de esa década, migró hacia lo que sería el Frepaso junto a Carlos «Chacho» Alvarez.
Antes de un veloz desembarco en el mundo Alberto F., Cafiero fue concejal de San Isidro -municipio emblema de la familia y dominio histórico del radicalismo sui generisde los Posse- y funcionario de Daniel Scioli.
En su ADN político no hay una pizca de cristinismo. Vindicó, como muchos peronistas, a Néstor -fue funcionario de Economía con Felisa Miceli- pero tuvo distancia o roces con el dispositivo K en el lustro Cristina.
Formó parte del scrum que apostó a una vía peronista por fuera de Cristina, que se arrulló detrás de Florencio Randazzo, de quien Fernández fue jefe de campaña.
Cafiero llegó a esa aventura de la mano de Gabriel Katopodis, intendente de San Martín, que jugó hasta el final con Randazzo. Durante ese fallido experimento electoral, Cafiero conoció a Fernández.
Hubo, romantizan los involucrados, empatía de inmediato. Coincidieron con la autocrítica sobre la experiencia anti K y la urgencia de la unidad panperonista. Cafiero fue uno de los primeros que supo que Alberto se había reconciliado con Cristina.
Vinieron, después, el grupo Callao y una gira, silenciosa, provincia por provincia junto a Fernández con el mensaje de unir. Alberto era, entonces, canciller de Cristina para ese fin.
Cafiero lo sintetiza así: «Cristina definió la estrategia, Alberto la táctica». Uno sin el otro no hubiesen logrado lo que se logró, completa: que la ex se corra de la cima de la boleta, la amplísima unidad del PJ y la victoria electoral.
Con Fernández candidato se graduó de operador multitasking. «Hace consultorio», ironizan a su lado desde que comenzó a armar el organigrama del futuro gobierno de Alberto Fernández.
Casado con Josefina, padre de tres hijos de 13, 10 y 6 años, vive en San Isidro donde hizo la escuela -la publica N° 4- y el secundario -el José Manuel Estrada- y donde, cada semana, despunta el vicio criollo del fulbito de amigos.
Se formó en la UBA y tiene un lado librero: en 2015, formó la editorial Punto de Encuentro con un grupo de amigos en San Isidro, por la que imprimió la colección Cabecita Negra de los textos de Juan Domingo Perón. Abrió una sucursal en el centro porteño pero la cerró por la crisis, informó Clarín.