El viernes por la tarde, horas después de reunirse con el Papa, Alberto Fernández mantendrá encuentros bilaterales y por separado con el presidente de Italia, Sergio Mattarella, y con el primer ministro, Giuseppe Conte.
Las dos citas, originalmente pensadas para el lunes 3, debieron ser reprogramadas por el Gobierno luego de que se confirmara que ese día la canciller alemana Angela Merkel recibirá al Presidente en Berlín.
Finalmente, como pretendía el Ejecutivo, los dos máximos representantes de Italia recibirán al mandatario argentino el viernes. De ese modo se cumplirá el deseo de Fernández, que arribará a Roma el jueves por la tarde y pretendía que su primer encuentro con un jefe de Estado fuera con Francisco.
En el Gobierno había especial expectativa por cerrar la reunión con Conte. Es que en Italia, donde rige un sistema parlamentario, es el primer ministro -el presidente del consejo de ministros- el encargado de formar gobierno y quien concentra el poder político y la toma de decisiones.
Como adelantó el propio Presidente durante su viaje a Israel, en la gira europea buscará persuadir a los principales líderes europeos de que acompañen la posición de la Argentina en su negociación con el FMI. Conte será el primero de esa lista en la que seguirán Merkel, el presidente de gobierno español Pedro Sánchez y el francés Emmanuel Macron.
La reunión con el referente del movimiento Cinque stelle será en el Palazzo Chigi, sede del gobierno italiano y residencia del presidente del consejo de ministros, ubicado entre la Piazza Colonna y la Via del Corso.
El Presidente se encontrará con un Conte fortalecido, luego de la victoria de la centroizquierda el domingo en las elecciones regionales de Emilia Romagna, que significaron un revés para el ex ministro del Interior italiano y aliado de Conte, Matteo Salvini.
Fuentes diplomáticas consignaron que las autoridades italianas acompañarán a priori la posición argentina ante el FMI. Sin embargo, destacaron que la suerte de la negociación dependerá fundamentalmente de la oferta argentina.
Recordaban que, en definitiva, son los Estados Unidos y Donald Trump, quienes concentran la mayoría de los votos en el directorio del organismo multilateral de crédito. Y añadían que Europa y los Estados Unidos tuvieron diversos cortocircuitos -desde aranceles comerciales a las cuotas de la OTAN- después de la asunción del magnate republicano.
Durante la visita a Jerusalén, cerca del Presidente subrayaban que la Unión Europea había objetado el préstamo que el Fondo concedió a la administración de Mauricio Macri en 2018. Ese detalle abonaban la estrategia del Ejecutivo antes de emprender la gira.
Fuentes calificadas de Cancillería destacaron que, para las autoridades italianas, el ciclo de Alberto Fernández es un nuevo gobierno y no representa la continuación del kirchnerismo o la antítesis macrista.
La evaluación no es azarosa. Con la reestructuración de la deuda en default, tras la crisis de 2001, los bonistas privados italianos fueron de los más agresivos con la administración de Néstor Kirchner e iniciaron demandas colectivas en Nueva York contra la Argentina. El gobierno italiano de entonces no pudo más que defender a los ahorristas e inversores de su país.
La situación ahora es totalmente distinta. “Todo es positivo. Tengo la suerte de ser embajador y no tener que pelearme con nadie. No tengo agenda negativa”, reflexionó el embajador Tomás Ferrari en un contacto con Clarín.
«La relación entre ambos países es una gran esfera. La Argentina es el país más italiano fuera de Italia; Buenos Aires es la quinta ciudad italiana en el mundo en cantidad de habitantes y el origen de los argentinos» crea una interrelación a todo nivel: político, económico, deportivo, comercial», añade Ferrai, un diplomático de carrera nombrado por Macri en 2016 y de quien el Presidente tiene buenas referencias. Su presencia es una rareza. La embajada en esta ciudad suele ser un premio político.
El intercambio comercial entre ambos países, sin embargo, es limitado: US$ 1500 millones entre enero y octubre de 2019. En 2017 y 2018 la balanza comercial favoreció a Italia, con un saldo negativo para la Argentina de US$ 238 millones y US$ 110 millones respectivamente. La devaluación del peso logró que ese indicador se revirtiera y el país cerró cosechó un superávit a favor de la Argentina de US$ 113 millones.
Entre las exportaciones argentinas a Italia sobresalen los camarones langostinos, carnes, legumbre, limones y cueros, entre otros productos primarios. Los italianos venden autopartes e insumos para la industria farmacéutica. Fernández y Conte buscarán potenciar ese intercambio.
En la Argentina hay 250 empresas italianas, razón que motiva a los dirigentes italianos a preguntar por el futuro económico del país; y por medidas puntuales: el cepo, si podrán girar utilidades, la inflación que amenaza la rentabilidad.
Con el tiempo contado, una hora después de ser recibido por Conte, el Presidente mantendrá un breve contacto con Mattarella. A pesar de su aparente rol institucional, el cargo del mandatario italiano adquiere un gran peso político en un escenario volátil e inestable; con varias sucesiones de gobierno obligadas. Ahora, el fenómeno de las “sardinas” pone en jaque a la clase política italiana.
Tras reunirse con los líderes italianos, el Presidente se encontrará con el director de la FAO Qu Dongyu . El mismo día, a las 18, participará de un encuentro en la Casa argentina en Roma, donde se encontrará con familiares de desaparecidos durante la última dictadura, tal como había hecho en Jerusalén, y asistirá la proyección de un documental sobre la vida la madre de Plaza de Mayo Vera Jarach, con quien coincidió el el avión rumbo a Israel.
Fuentes oficiales en Roma y en el Palacio San Martín señalaron que la visita de Fernández será la más importante de un jefe de Estado en años. Macri viajó en 2016 y se reunió con el primer ministro Matteo Renzi, aunque aquel encuentro fue de carácter informal.