Las montañas de cajas con productos básicos como aceite, frijol, pastas y arroz fueron recibidas con emocionadas sonrisas. A los beneficiarios, pobladores del estado de Tamaulipas, ubicado en el noreste de México, no les importó que las despensas fueran enviadas por la organización criminal conocida como el Cártel del Golfo.
En regiones tomadas por el narcotráfico en América Latina, los capos mandan incluso en tiempos de coronavirus. Por eso, en medio de la pandemia pueden continuar con una añeja estrategia ‘altruista’ que les permite granjearse el apoyo de la población. Saben que la mejor muestra de gratitud será la protección de la comunidad cuando las fuerzas de Seguridad realicen operativos en su contra.
Así lo demuestran las imágenes que circulan en las redes sociales y en las que presuntos sicarios entregan despensas en barrios pobres. «Cartel del Golfo, en apoyo a Ciudad Victoria», rezan los letreros que identifican cada caja. Nadie las rechaza.
El caso no es nuevo. En 2013, esta organización ya había repartido alimentos no perecederos a los damnificados del Huracán Ingrid. También fue en Tamaulipas, ya que el estado forma parte del territorio bajo su control. Su «plaza», como se define en la jerga criminal mexicana, en donde cada fin de año convocaban a los ciudadanos para entregarles regalos navideños en lugares públicos, desde comida hasta aparatos electrodomésticos.
Otros cárteles imponen sus propias reglas, como ocurrió en Brasil, en donde, ante la anomia del presidente Jair Bolsonaro, quien todavía minimiza la pandemia y se niega a declarar la cuarentena obligatoria, el Comando Vermelho, la organización criminal más poderosa del país, ordenó toque de queda a partir de las ocho de la noche en favelas de Río de Janeiro. Con su hacinamiento y condiciones precarias de servicios de agua y salud, estos barrios son todavía más vulnerables en el país latinoamericano que encabeza número de contagios y muertes por coronavirus.
De acuerdo con reportes periodísticos, miembros del Comando desfilaron con autos para advertirle a los habitantes, a través de parlantes, que no deberían salir de sus casas, además de que prohibieron los recorridos que en los últimos años se popularizaron para que, en el auge del «turismo de la pobreza», ciudadanos extranjeros conocieran una favela
Los falsos «Robin Hood»
En México, históricamente, los narcos encontraron en la emulación a Robin Hood, el héroe de ficción que robaba a los ricos para darles a los pobres, una manera de promover la romantización de sus crímenes, de que sus beneficiarios olvidaran los asesinatos, las masacres, las desapariciones, los secuestros, las torturas. Que se olvidaran de las víctimas.
Ismael «El Mayo» Zambada, señalado como actual líder del Cártel de Sinaloa, solía repartir cartones de cerveza y dinero en efectivo en las navidades en El Álamo, su pueblo natal ubicado en Sinaloa, el estado mexicano que es la mayor cuna de narcos. También son persistentes los testimonios de su ayuda a campesinos para que siembren productos legales con los que puedan mantenerse. Además, patrocinó la fundación de la estancia infantil «Niño feliz», una guardería que usan familias pobres o madres solteras. Para el gobierno de Estados Unidos, es una fachada que permite el lavado de dinero. Para las mujeres que dejan ahí a sus hijos, es un alivio.
En 2013, la cadena Televisa difundió videos en los que se ve a Servando Gómez, «La Tuta», líder de la organización Los Caballeros Templarios, que opera en el estado de Michoacán, con fajos de billetes en la mano que reparte a la gente que se le acerca, se ríe con él, lo abraza o le pide favores: 600 pesos a mujeres con niños en los brazos, 200 pesos a campesinos, 100 pesos a niños y adolescentes. El año pasado, el capo fue condenado a 55 años de prisión.