¿Es la contaminación medioambiental un aliado del Covid-19? Es probable que sí. Algunos estudios preliminares apuntan a una correlación entre el coronavirus y las partículas que contaminan el aire de las grandes ciudades como Madrid o la región de Lombardía, al norte de Italia, así como un nexo con su mortalidad.
Hoy, 5 de junio, en el Día Mundial del Medio Ambiente, se puede ya hablar de diferentes investigaciones, centradas sobre todo en Italia, China y EE.UU., que muestran como áreas especialmente afectadas por Covid-19 están vinculadas a peores condiciones ambientales.
Así lo ha manifestado Isabel Urrutia, neumóloga del hospital Galdakao-Usansolo de Bilbao y miembro de la Sociedad Española de Neumologia y Cirugía Torácica (SEPAR) durante el seminario virtual que esta sociedad ha organizado en colaboración con las asociaciones de periodistas sanitarios (ANIS) y medioambientales (APIA).
Durante su intervención ha mostrado un estudio en el que se ve como la foto de la contaminación del norte de Italia coincide casi exactamente con la foto de aquellas zonas de este país donde se ha registrado una mayor incidencia de la pandemia.
El trabajo Air Pollution and Novel Covid-19 Disease: a putative Disease Risk factor ha analizado la alta propagación del coronavirus en el Norte de Italia.
Sus autores han observado que la presencia de compuestos de partículas sólidas y liquidas debidas a la contaminación permite dejar flotar el virus en el aire más tiempo y que se mueva a distancias mayores.
Asimismo, la tasa de activación del virus aumenta en las zonas con mayor humedad relativa y disminuye en climas cálidos.
Contaminación y COVID-19
En el mismo sentido, la investigación china Association between short-term exposure to air pollution and COVID-19 infection: Evidence concluye que hay asociación entre contaminación e infección por Covid-19.
En esta pesquisa se muestra la foto de contaminación de 20 ciudades chinas, y las ciudades más afectadas por el coronavirus son prácticamente esas mismas ciudades tan contaminadas.
Los investigadores han asociado además el aumento de partículas contaminantes (10 micras por metro cúbico) al incremento de la mortalidad.
“Concretamente el aumento de NO2 (Dióxido de Niitrógeno) suponía mayor mortalidad por COVID”.
Pero la pregunta, según la doctora Urrutia, es si se puede pensar que en las zonas más contaminadas, aquellos enfermos infectados por el coronavirus y que desarrollan la neumonía vírica se van a morir más.
En otro trabajo centrado en 63 regiones administrativas de España, Francia, Alemania e Italia se ha estudiado la concentración de NO2 en la troposfera y se han valorado las cifras de enero y febrero de 2020.
Y de acuerdo con Urrutia, se ha visto que entre los fallecidos en marzo de ese año, el 83 % estaban expuestos a unas cifras mayores del citado contaminante y la mortalidad descendía según la menor exposición.
La conclusión es que en dos zonas calientes de NO2, en el norte de Italia y Madrid, la exposición crónica a este contaminante pudo haber contribuido a la mortalidad por el nuevo virus.
No obstante, la neumóloga ha destacado que faltan más variables en estas investigaciones, por ejemplo la densidad poblacional.
Contaminación y mortalidad
Apoya esta idea otra investigación, Exposures to air pollution and COVID-19 mortality in the United States, llevada a cabo en 3.000 condados de EEUU.
Aquí se ha planteado la hipótesis de que si la exposición a largo plazo a PM2,5 (partículas en suspensión de menos de 2,5 micras) afecta al sistema respiratorio y cardiovascular, también puede exacerbar la gravedad del coronavirus e incrementar el riesgo de muerte en pacientes con Covid 19.
Sus autores se han centrado en el material particulado contaminante PM2,5 y las personas con diabetes, enfermedades cardiovasculares, hipertensión y dolencias cerebrovasculares.
Los datos han concluido que un aumento de tan solo un picogramo por metro cúbico de PM2.5 se asocia con una subida de hasta un 15 % de mortalidad.
Aunque para Urrutia la mayoría de estos trabajos hay que cogerlos con la “prudencia debida”, ya que se necesitan más estudios y a más largo plazo, ello no quita que hay que pensar que la calidad del aire “debe ser tenida en cuenta como prevención de las epidemias”.
Contaminación y ruido
Para el físico Julio Díaz Jiménez, científico titular en la Escuela Nacional de Sanidad en el Instituto de Salud Carlos III, hay una cuestión que está muy clara:
La contaminación atmosférica está detrás de múltiples enfermedades y lo que están haciendo es agravar una serie de patologías de base que pueden servir de “caldo de cultivo” para que la COVID pueda empeorar dolencias como la diabetes o las cardiovasculares.
Existe, en su opinión, una relación directa, y la contaminación no solo hace a las personas más vulnerables a las dolencias sino que agrava el efecto de la infección vírica de este coronavirus.
Y cuando se habla de contaminación, ha defendido en el citado seminario de SEPAR , hay que incluir la contaminación por ruido del tráfico rodado de las ciudades.
Un ruido que también agrava numerosas patologías y “está detrás de la exacerbación de enfermedades como la enfermedad de Parkinson y ya se relaciona con la depresión y la ansiedad”.
A su juicio no hay que darle más vueltas al tema porque hay investigaciones que demuestran una relación directa entre el número de coches en las ciudades, “y el número de ingresos en los hospitales por causas respiratorias o cardiovasculares”.
En relación a estas últimas patologías, y coincidiendo también con el Día Mundial del Medio Ambiente, la Fundación Española del Corazón ha defendido la reducción de la contaminación atmosférica como medida para prevenir infartos .
Contaminación Coronavirus
En una nota de prensa, la FEC afirma que determinados contaminantes, en especial la materia particulada PM2.5 y el dióxido de nitrógeno, generados en parte por la combustión de vehículos, son reconocidos desencadenantes del infarto agudo de miocardio.
Apunta que durante el estado de alarma se ha registrado un descenso del 40 % en el tratamiento del infarto en España y cada vez más expertos apuntan a la reducción en los niveles de contaminación como uno de los factores clave, aunque no el único, de ese descenso.
Y es que numerosas publicaciones llevan años concluyendo que una disminución en los niveles de determinados contaminantes reducirían el número de infartos de miocardio hasta en un 5 por ciento.
La evidencia científica ha descrito claramente los efectos nocivos de la contaminación atmosférica a nivel cardiovascular:
Favorece la inflamación, el estrés oxidativo, la disfunción endotelial y produce un efecto protrombótico y vasoconstrictor .
Entre las medidas que defiende la FEC están el diseño óptimo de carriles bici; la promoción de vehículos eléctricos, híbridos, así como del transporte público (trenes, autobuses, metro).
También abogan por acciones políticas que reduzcan las emisiones de combustible y otros gases tóxicos y por una nueva legislación para la construcción de edificios sostenibles de viviendas y oficinas.