Si el ministro de Seguridad de Chubut Federico Massoni se saliera con las suyas y lograra poner a Néstor Gómez Ocampo al frente de la agencia que va a luchar contra el narcotráfico, la provincia atraería la atención del mundo por ser el lugar en el que el combate contra la venta de drogas estaría a cargo de un comisario amigo de un narco.
Y hasta se podría utilizar para promocionar la actividad de la “Agencia Antinarcóticos” de Chubut esa foto que se sacaron después de comer un asado “El Tero” Gómez Ocampo y su amigo Omar “El Cura” Segundo, pocos meses antes que Segundo cayera preso por esos 110 kilos de cocaína que disimulados en una cajas de langostino le hallaron en 2013 en su empresa pesquera, en un hecho que ocurrió en Puerto Madryn, por el que fue condenado a varios años de cárcel.
Esto, que parece una postal de algo contrario al razonamiento lógico, no es ni más ni menos que un llamado de atención para que hagan algo los de la “oposición” al Gobierno y también aquellas instituciones desde donde solemos escuchar que están preocupados por el avance del narcotráfico en nuestra sociedad.
¿A quién le conviene o le interesa que Massoni ponga a un personaje tan controversial como Gómez Ocampo al frente de la Agencia Antinarcóticos?
¿Cuál es la necesidad de crear una estructura que esté por encima del área Drogas Peligrosas y Leyes Especiales que tiene actualmente la policía? ¿No era eficaz? ¿Cuánto le costara a la provincia la creación de la llamada “Agencia Antinarcóticos”?
Como pasa siempre –cada vez que surgen casos como este, sobre los que la ciudadanía debe estar bien informada—nadie pregunta pero tampoco desde el Gobierno nadie explica y después aparecen las desagradables sorpresas.
A todo esto, se dice que Massoni para la nueva estructura va a manejar fondos sin ningún tipo de control, paradójicamente, en una provincia que está quebrada y que debe varios sueldos a sus empleados.
Bien vale aclarar aquí que esto que se expone desde este portal de noticias no es endilgarle a alguien algún delito, sino solo describir una realidad en base a datos de fuentes de información; con hechos concretos que realmente han ocurrido o que están por ocurrir.