El Senado acaba de dar media sanción, este jueves, al proyecto de Ley de Etiquetado Frontal de Alimentos, que establece la colocación de una serie de sellos en la parte delantera de los envases de productos con altos contenidos de sodio, azúcares, grasas saturadas, grasas totales y calorías. ¿Cuál es la finalidad más importante? Combatir los problemas de sobrepeso y obesidad, que desde el Ministerio de Salud de la Nación definen como «la pandemia más silenciosa». Sin embargo, la ley recibió varias críticas.
Nutricionista e investigadora de la Fundación Interamericana del Corazón Argentina (FIC), Leila Guarnieri ratifica «la preocupación que generan la obesidad y las enfermedades asociadas a esta epidemia. El 66% de los adultos sufren de obesidad o sobrepeso, lo mismo que el 41% de niños y adolescentes hasta 18 años y el 13,6% de los menores de cinco años». Por estas cifras, señala, «hay urgencia de promulgar esta ley de etiquetado, que le permitirá al consumidor tener una decisión de compra inmediata, que hoy en día, claramente no la tiene».
¿Por qué no la tiene? «Porque hoy los alimentos presentan información confusa y engañosa, además de que muchos fabricantes se las ingeniaron para proporcionar esa información en el doblez del envase o en un pliego, a fin de hacer más ilegible el contenido. Ahora, con los octógonos negros y las letras blancas, no habrá margen de duda».
Si la Cámara de Diputados aprueba la ley, los alimentos contarán con esos octógonos de color negro con borde y letras de color blanco en mayúsculas. El tamaño del sello no podrá ser nunca inferior al 5% de la superficie de la cara principal del envase ni estar cubierto (parcial o totalmente) por ningún otro elemento. Los valores máximos de calorías, azúcares totales, grasas saturadas y sodio deberán cumplir con el perfil de nutrientes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Desde la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (COPAL), su titular, Daniel Funes de Rioja, quiere dejar en claro que «no nos oponemos al etiquetado, pero sí de esta decisión poco razonable, extrema, en la que se demoniza a los productos. Se tomó el modelo disuasivo de Chile, que es más parecido a una calavera, a un ‘esto está prohibido’, y no a una lupa, que es la que se utiliza en Brasil, que resalta la composición de lo que se está comprando».
Como parte de la industria, Funes de Rioja remarca que «a diferencia de Chile, nosotros somos un país productor de alimentos y exportador, lo que significa que con un sellado como éste nos estamos cavando una fosa en el comercio con distintos países, como por ejemplo Brasil, que no va a querer importar un producto que tenga el estampado negro. Iremos a la Cámara de Diputados a plantear una solución regional».
El titular de COPAL está convencido de que «no hay una evidencia empírica que demuestre que esos octógonos funcionan y disuaden al comprador. Pero por otra parte, estamos hablando de un mercado informal y con gran pobreza, la educación alimentaria ha cambiado y mucha gente compra lo que puede. No se detendrá a ver si tiene más sal o más azúcar. Todos entendemos la preocupación que genera la obesidad, pero la culpa no la tienen los productos