La demora en la entrega y distribución de las vacunas y la concentración de la escasa cantidad actual en pocos países generó una semana de tensiones cruzadas, y preanuncia hacia adelante más divergencias, reclamos y hasta posibles demandas judiciales, en momentos en que la mayoría de las naciones intenta hacer equilibrio entre la potencia de la segunda ola de coronavirus y las urgencias de sus actividades económicas.
La cuestión vacunas motivó malestares cruzados y hasta transversales: de países contra laboratorios y farmacéuticas; de Gobiernos entre sí; de bloques contra bloques; de naciones ricas contra naciones más pobres; e, incluso, de organizaciones humanitarias contra Ejecutivos que apuestan a la concentración de una producción que aún no existe.
El bloque europeo
La mayor tensión parece concentrada entre la Unión Europea (UE) y la farmacéutica sueco-británica AstraZeneca: no solo el jueves hubo un allanamiento en la planta en Bruselas, sino que existen sospechas de que la firma desvía parte de la producción al Reino Unido y, además, pone en duda el contenido del acuerdo firmado con el bloque y que fue publicado el viernes.
Es que Bruselas habla de un incumplimiento de contrato por parte de AstraZeneca para la entrega de hasta 400 millones de dosis de su inoculante, pero el CEO del laboratorio, Pascal Soriot, evaluó que el texto no preveía «un compromiso» sobre la provisión.
Mientras el concepto de “nacionalismo vacunal” crece, Italia ya amenazó con acciones legales y la UE llevó la divergencia a un extremo: su órgano ejecutivo anunció que la salida de las vacunas del territorio europeo estará sujeta a una «autorización de exportación».
El bloque europeo que, dato central, aportó muchos millones de euros para estudios y pruebas, explicó que busca «proporcionar más claridad en la producción de vacunas en la UE, y su exportación».
El tema en Davos
La cuestión tuvo una mayor resonancia porque se convirtió en tema central del anual Foro de Davos, habitualmente dedicado a cuestiones comerciales, donde la canciller Angela Merkel puso en palabras un reclamo de países menos poderosos que su Alemania: primero exigió un reparto “justo” de las vacunas, pero después fue aún más allá y advirtió que «está aún más claro que hay que optar por la vía multilateral ya que el proteccionismo no resolverá los problemas».
Nadie se animó a especular sobre el destino de sus palabras, aunque no pocos miraron hacia Londres, no solo por el número de vacunas que ya se aseguró el Reino Unido, más las sospechas de que podría haber “desvíos” de AstraZeneca, sino también por la publicación de The Times acerca de que el país tiene un excedente que podría ceder a otras naciones.
En su respaldo salió Cyril Ramaphosa, presidente de Sudáfrica, con menos potencia que Alemania pero, al cabo, integrante del grupo de potencias en ascenso BRICS.
El mandatario denunció a los países ricos que «acaparan» las vacunas y cuestionó a todo tipo de «nacionalismo» en las estrategias de adquisición de las dosis.
También el presidente ruso Vladimir Putin usó Davos para sentar posición, en parte desde la mínima comodidad que le otorga que la vacuna Sputnik V sea la que menos retrasos exhibe por ahora. Para el mandatario, la pandemia «agravó los problemas de desequilibrio que ya existían en el mundo».
Ayer, el Gobierno italiano sumó una nueva denuncia, esta vez contra la farmacéutica Moderna, quien como Pfizer antes, les informó que para la semana del 9 de febrero entregará un 20% menos de las dosis prometidas.
La demora en la producciòn
La cuestión es que el faltante de las farmacéuticas derivó en retrasos en no pocos países e hizo mucho ruido en capitales centrales, como Madrid, que debió esta semana suspender su campaña de inmunización “por dos o tres semanas”, según el vicepresidente de la Comunidad, Ignacio Aguado.
En el medio, una novedad amaga con acercar algo de calma: en busca de superar este cuello de botella mundial, el laboratorio francés Sanofi anunció en la semana que fabricará en el segundo semestre del año la vacuna de Pfizer/BioNTech, otra empresa que reconoció retrasos en la producción.
El titular del Fondo de Inversión Directa de Rusia, Kirill Dmitriev, al frente del desarrollo de la Sputnik V, trazó un diagnóstico por demás claro: «Este es un proceso que nunca se ha registrado en el mundo. Las expectativas deben ser realistas. Entendemos los problemas de otros fabricantes de vacunas. Confiamos en que esto se resolverá”.
El fondo garantizó mantener el suministro de dosis a Argentina y anunció que amplió su capacidad de producción de vacunas para atender a la creciente demanda en América Latina.
El acaparamiento
Si la demora en la producción es un tema central, el acaparamiento es otro, y lo expresó con claridad el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, que alertó que el 75% de las vacunas ya puestas se concentraron en apenas 10 países.
Como los imperativos morales no resultan suficientes, parte de las esperanzas de decenas de países pasa por el programa Covax, la iniciativa para llevar esta masiva campaña de inmunización a todos los territorios. Ahí también Ghebreyesus dejó su exigencia: que las vacunas lleguen pronto, y que no sean «los restos que quedarán dentro de muchos meses».
En ese marco, la Unión Africana se anotó una pequeña victoria al lograr 400 millones de dosis adicionales de vacunas del indio Serum Institute, aunque sin una fecha clara para su llegada. El total llega ahora a 670 millones el número de dosis disponibles en los próximos dos años para países que, mayormente, no tienen como financiar la inmunización. El precio será la espera.
En marzo de 2020, Emmanuel Hanon, vicepresidente de GSK, advirtió, en una entrevista con el periódico francés L’Echo, que era asombrosa la velocidad de investigación a la que había obligado la pandemia, pero que no debía descuidarse la atención sobre la producción y sus tiempos.
“Se habló mucho de los 15 a 18 meses que lleva obtener la aprobación para la vacuna. Pero será necesario construir de forma paralela la capacidad de producción, que será gigantesca. Estamos hablando de miles de millones de personas y no unos pocos millones”, alertó Hanon entonces y el convulsionado presente le dio la razón.