Hace más de 48 horas que Massoni viene hablando de su renuncia pero su salida del Gobierno pareciera estar en “stand by” porque él no quiere irse. Hay dos especulaciones que no suenan para nada descabelladas acerca de su futuro en el Estado provincial: que lo manden a otro Ministerio o que creen un espacio en el gabinete que lo contenga. La excusa sería que el gobernador lo necesita, que no lo quiere perder.
O sea que podría volverse a repetir aquella movida que hubo cuando era ministro Coordinador y se mandó tantas macanas –como al ordenar que se reprimiera una manifestación de docentes — que debió renunciar a su cargo para descomprimir la situación en la provincia, pero a sabiendas que en unas semanas volvería al Gobierno; cuando lo que era en ese entonces secretaría de Seguridad terminara convertida en Ministerio.
Han pasado casi tres años de aquello y Massoni se comportaba de idéntica manera que en la actualidad: se decía que iba a renunciar pero no se iba, hasta que fue tanta la presión que hubo sobre Arcioni que tuvo que irse, pero para regresar unas semanas más tarde.
Massoni no tiene moral, mucho menos vergüenza y en el fondo, no le interesa lo que diga la gente. Es el típico narcisista que se cree el centro del universo y el más importante de la humanidad. Todo eso que manifiesta públicamente; es lo que no piensa ni cree.
Es increíble, pero en las redes sociales no hay nadie que no le pida que se vaya de una vez por todas, a él y a “los Gómez”; los que hasta hace horas eran dueños de la policía del Chubut. Otros que están amenazando con sus renuncias y no se van, porque no quieren irse. ¡Porque no tienen vergüenza ni moral! Son caraduras.
No hay que olvidar que hace años a Miguel Gómez el extinto gobernador Mario Das Neves lo echó de su cargo como jefe de Unidad de Trelew por “inútil e incompetente” y además por creerlo cómplice de los delincuentes, que en ese entonces venían dando certeros golpes en la ciudad, como el de CAPSA de la avenida Hipólito Yrigoyen. Una automotriz de donde a plena luz del día se llevaron 7 millones de pesos.
Así y todo, años después Gómez, cuando ya Das Neves no estaba, fue puesto por Massoni como jefe de Policía y él no tuvo ningún prurito en aceptar el cargo, después de todo lo que se dijo públicamente de su persona. Tampoco –raramente—pidió una vindicación del Gobierno para que se aclarara que él no era chorro o inútil.
Con el maleante de “El Tero” Néstor Ángel Gómez Ocampo pasó prácticamente lo mismo: a él también lo hizo echar Das Neves cuando Ricardo Cesar Hughes era el jefe de Policía. Al Tero Gómez nunca lo quisieron en la fuerza y siempre demostró no respetar reglamentos ni leyes. Todavía algunos memoriosos lo recuerdan llegando borracho a tomar el servicio en Comodoro, en donde dicen que casi mató a una persona manipulando su arma reglamentaria en estado de ebriedad.
También se acuerdan los que conocen algo de su oscuro pasado que el extinto Juan Luis Ale, cuando era diputado, lo denunció en la Justicia por manejos ilegales con los fondos de unos servicios adicionales que él supuestamente controlaba y manejaba en la Regional de Puerto Madryn y además siempre se lo vinculó al mundillo de los VIP, la prostitución y la trata en aquella ciudad. Hay escuchas, filmaciones y fotografías, incluso, informadas al Juzgado Federal por las que Gómez Ocampo ni siquiera fue llamado a dar alguna explicación. Era evidente que su padrino y amigo, el mismo que hoy quiere llegar a ser ministro de la Corte provincial, lo protegía y lo sigue protegiendo al amigo del narcotraficante Omar “El Cura” Segundo, al que negó delante de un juez, nada más ni nada menos, cuando mintió en una audiencia diciendo que no lo conocía, que nunca había tenido relación con él.
Así y todo al Tero lo pusieron de subjefe de Policía –no se sabe si por presiones del mismísimo Miquelarena o por recomendación de algún ´hombre fuerte´ de la política—y no tuvo ningún empacho de aceptar ser digno para ese cargo.
Hoy, tanto él, como los Gómez (Miguel Ramón, Paulino Ramón y Beatriz) están a punto de quedar afuera del Gobierno y si se van no lo harán por la puerta grande. Nadie va a olvidar que fueron quienes denigraron mayúsculamente a la institución policial, como nunca nadie lo hizo.
La pregunta que resta entonces es: ¿qué esperan para irse?