Tras cuatro meses en el cargo, el presidente argentino, Javier Milei, parece haber logrado casi un milagro: ha estabilizado la moneda del país.
La ironía es que esta recuperación del peso ocurra en su Gobierno. Durante su campaña presidencial, Milei había calificado al peso como “excremento” y prometió que sería eliminado por completo.
El peso no solo ha dejado de desplomarse día tras día sino que, de hecho, en uno de los muchos e intrincados mercados cambiarios de Argentina repunta con fuerza. La moneda argentina se ha disparado un 25% contra el dólar en el mercado paralelo en los últimos tres meses. Es la mayor ganancia entre cualquiera de las 148 divisas que Bloomberg monitorea.
Es un dato sorprendente en un país en el que la moneda parecía sufrir una caída libre interminable (la menor depreciación anual en la última década había sido del 15%). Y es efecto de los grandes esfuerzos de Milei para frenar el gasto público, ahogar la demanda en la economía (incluso por dólares) y controlar una inflación que se había disparado a casi el 300% anual.
Milei usa su verborragia para describir su ajuste fiscal como “el mayor en la historia de la humanidad”. Podría ser una exageración, pero no tanto: sus recortes suman casi 4% del producto interno bruto del país. El ajuste resulta tan agresivo que los funcionarios del banco central los estimaron mayor al 90% de todos los realizados en el mundo en las últimas décadas.
Sin embargo, el peso fuerte de Milei enciende algunas alertas. Por un lado, los recortes del gasto han hundido la economía en una profunda recesión. Y analistas advierten que a medida que aumente el desempleo, la presión política para que Milei suavice los recortes de gasto aumentará. Además, el presidente ha debido recurrir a medidas provisorias para recortar el presupuesto porque su paquete de reformas ha encontrado resistencia en el Congreso. Es una señal del poco apoyo político a su plan económico.
“La gran novedad en Argentina es que la persona que está al mando no está preocupada por pagar el costo político de la austeridad, y eso es inusual”, dijo Javier Casabal, jefe de investigación de AdCap Grupo Financiero. “El objetivo del Gobierno seguirá siendo romperle la columna vertebral a la inflación”.
Esto, además, lleva al siguiente gran riesgo: que la inflación no baje tan rápido como prevé el equipo de Milei.
Esto no sólo alimentaría el malestar de los argentinos, sino que aumentaría aún más el valor de la moneda en términos reales. Desde que comenzó a estabilizarse en enero, el peso se ha fortalecido un 72% considerando la inflación. Los inversores argentinos siguen de cerca los cambios en el poder de compra real de la moneda.
El fortalecimiento de la moneda es una señal positiva para un país, pero sólo hasta que empieza a desalentar las exportaciones y aleja a los turistas. Y ya hay quienes especulan que esto está empezando a suceder.
“Cuando los exportadores dejan de vender, el peso paralelo se debilita”, alertó Melina Eidner, economista de PPI, una casa de bolsa.
Por ahora, sin embargo, la moneda se recupera. Algunos días se ha fortalecido hasta 4%. Incluso en el mercado oficial, el de la mayoría de las grandes transacciones de importación y exportación, el peso se mantiene casi estable. Las autoridades lo hacen bajar ligeramente cada día –alrededor de 0,05%– en un sistema fuertemente regulado diseñado para suavizar las fluctuaciones.
Tal es la estabilidad del peso que incluso el banco central ha podido comprar día a día dólares en el mercado para acumular sus escuálidas reservas internacionales. Esto revela lo desacoplada que está Argentina con los mercados mundiales: la mayoría de los bancos centrales del mundo hace, o considera hacer, exactamente lo contrario para apuntalar a sus monedas frente al dólar.
Los críticos dicen que estas dinámicas del mercado se deben a que Milei ha mantenido las restricciones cambiarias que heredò. Pero eso no explica del todo por qué esas normas no alcanzaron para frenar el desplome del peso en el mercado paralelo antes de la llegada del presidente al poder.
La diferencia está en que los argentinos, al menos por ahora, muestran más confianza en el peso, y eso frena la demanda de refugio en el dólar. Y que, después del ajuste fiscal, el banco central ya no tiene que emitir dinero para financiar el gasto público, lo que interrumpe una fuente de constante presión sobre la moneda.
“Con este Gobierno, la política económica empieza a ser racional”, afirma Carlos Pérez, director de la consultora Fundación Capital. Pero señala, también, que muchas personas que habían convertido dinero sobrante a dólares ahora deben vender esos dólares para pagar los artículos del día a día tras el repunte de la inflación. “Sus sueldos no alcanzan”, dijo.
Milei desencadenó ese repunte de la inflación en diciembre al tomar medidas dolorosas pero, a su juicio, necesarias para liberar la economía. Eliminó algunos de los controles de precios que mantenían artificialmente baja la inflación y permitió que el tipo de cambio oficial se debilitara para acercarse al dólar paralelo.
La duda es cuánto tiempo podrá mantener esta nueva estabilidad. Para Casabal, de AdCap, la situación debería continuar al menos hasta julio. Después, no está tan seguro. Le preocupa la política y la presión a la que podría verse sometido Milei.
“La fragilidad política en Argentina”, dice Casabal, “te puede desconectar de los fundamentals y generar un salto cambiario”.