El mismísimo Carlos Gardel ponderaba: «Es la máxima intérprete de nuestras queridas canciones»
Para referirse así a su amiga cercana y colega, la tanguera Azucena Maizani (Buenos Aires, 17/11/1902 – Buenos Aires, 15/01/1970). Una artista argentina fuera de serie, quien hizo lo que deseaba sin tapujos. En una época cuando hacerlo resultaba algo muy atípico y llamativo: caracterizada por su talento ostentado con cierta audacia y rebeldía. Pues solía cantar vestida como solamente acostumbraban usar los hombres en aquel tiempo tanto con traje sastre o de gaucha.
También compuso tangos, milongas y rancheras; su legado incluye casi 300 canciones grabadas. Enntre otras el vals «Pensando en ti» con versos de Celedonio Flores y la ranchera «Decí que sí», que hizo con Orestes Cúfaro y Pidemunt. Por su parte, el «Zorzal criollo» grabó el tango de ella, «La canción de Buenos Aires», en colaboración con Cúfaro y Manuel Romero. Indica Gobierno Argentino
«Yo soy el tango, señores», se autodefinió la cantora –con guitarras de fondo– y daba así apertura a uno de sus históricos vinilos. Apodada como «La Gloria femenina del tango» o «Azabache», bautizada «La Ñata gaucha», según Libertad Lamarque. Porque decidía salir a escena personificada con atuendos al estilo criollo; fue una de las voces femeninas más potentes del tango. Y conquistó notable popularidad desde los años veinte.
Al ganar terreno les abrirían paso, junto a Rosita Quiroga, a la participación y rol clave de otras mujeres dentro del género. Y ls industria musical, influenciando a las «cancionistas» en los inicios de aquella década.
Una vida teatral y cinematográfica
Tango fue la película pionera del país en ser completamente sonora, con dirección de Luis Moglia Bart. Y un gran elenco encabezado por Tita Merello, junto a Alberto Gómez; Pepe Arias; Libertad Lamarque; Luis Sandrini; Azucena Maizani y Mercedes Simone.
Maizani cantó en el filme Milonga del novecientos, Botines viejos y La canción de Buenos Aires. El estreno fue en la sala del Real Cine de Buenos Aires, el 27 de abril de 1933. Además, se trató de la primera película que hizo la productora y distribuidora de cine Argentina Sono Film.
Tenía 20 años cuando fue su debut en las tablas, el 27 de julio de 1923 desde el Teatro Nacional, con el sainete A mí no me hablen de penas, de Alberto Vacarezza. La obra carecía de letra, entonces Azucena interpretaba únicamente el tango «Padre nuestro» (compuesto para ella por Enrique Delfino y Vacarezza). Acompañada por la orquesta de Salvador Merino: su éxito durante esa noche inaugural fue al punto que llegó a cantar el tema -por pedido del público- ¡cinco veces!.
En 1925 trabajó en el Teatro San Martín en la compañía encabezada por Héctor y Camila Quiroga. Allí estrenó dos tangos que luego se volvieron célebres: «Silbando» y «Organito de la tarde». En el mismo espacio teatral, al año siguiente, continuó junto a Elías Alippi y en el Hipodrome sobre la calle Corrientes. Era 1927 cuando actuó en el teatro Porteño, sus presentaciones más aclamadas fueron las de los temas «Pato», «Amigazo» y «Esta noche me emborracho», entre otros.
Argentina sin fronteras
Pujante, Azucena Maizani formó la Compañía Argentina de Arte Menor junto a su pareja, el violinista Roberto Zerillo. En 1929 comenzó una gira local por distintas provincias del país; un par de años después (1931) emprendió su tour europeo, con escalas por España y Portugal, el cual tuvo una duración de dos años. Al retornar, se encontró con que varias de sus colegas mujeres ya integraban la industria del tango: Ada Falcón, Tania, Dorita Davis, Libertad Lamarque y Mercedes Simone, entre otras.
Entre 1937 y 1938, la cantante se embarcó en otra nueva gira, esta vez hacia destinos de América; pasó por Uruguay, Chile, Perú, Ecuador, Cuba, Brasil, México y Estados Unidos. Sobresalió en su parada neoyorquina, pues allá hizo diversos trabajos: grabó discos. Tuvo participaciones radiales y en el cine con «Di que me quieres», acompañada musicalmente por Terig Tucci.
Corría 1962 cuando fue su despedida del público con un homenaje en el teatro Astral, siendo allí donde Maizani repitió su primera gran interpretación, «Padre nuestro». En 1966 padeció una hemiplejia, quizá por eso a sus últimos años de vida se le atribuyen cierta decadencia y que fuera pasando masivamente al olvido. Merece que se la recuerde y celebrar a esta imprescindible artista del tango, rescatar su figura implica reconocerle su enorme legado para la música e historia tangueras, fundante a nivel nacional.