La historia de María Branyas Morera, quien alcanzó los 117 años antes de fallecer en 2024, sigue despertando interés en la ciencia.
Su longevidad no solo se explicó por la genética y un estilo de vida saludable, sino también por la incorporación diaria de un alimento clave en su dieta que habría fortalecido su salud intestinal y sus defensas.
Nacida en San Francisco en 1907 y radicada en Cataluña desde 1915, Branyas atravesó guerras, dictaduras, crisis económicas e incluso sobrevivió al Covid-19 con 113 años. Poco antes de morir, permitió que su ADN y microbioma intestinal fueran analizados. El resultado sorprendió: su edad biológica era hasta 15 años menor que la cronológica.
El rol del yogur en su dieta
Según un estudio del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras, hubo un hábito en particular que marcó la diferencia: el consumo diario de yogur natural. Durante décadas, María incorporó hasta tres porciones de este alimento, elaborado en Girona, reconocido por su alta calidad y contenido de probióticos.
Los especialistas indicaron que el yogur habría contribuido al equilibrio de la microbiota intestinal, reforzando sus defensas y disminuyendo el riesgo de infecciones, uno de los principales desafíos en la vejez.
Más allá de la genética
Si bien los investigadores destacaron que los genes heredados de sus padres fueron excepcionales, resaltaron que otros factores también influyeron: nunca fumó ni bebió alcohol, mantuvo un peso equilibrado, realizó actividad física adaptada a su edad y cultivó una activa vida social.
A esto se sumaba una dieta variada que incluía desayunos con batidos de ocho tipos de cereales, ricos en fibra, antioxidantes y vitaminas del grupo B, nutrientes que favorecen la digestión y la salud cerebral.
Un legado para la ciencia
El caso de María Branyas refuerza la importancia de los hábitos alimenticios y el estilo de vida en la esperanza de vida. Su historia, analizada por investigadores y difundida en medios internacionales como C5N , se convirtió en un referente para entender cómo pequeños gestos cotidianos pueden prolongar la calidad de vida en el tiempo.