El conflicto entre el Gobierno nacional y Claudio “Chiqui” Tapia tomó una dimensión que excede el mundo del fútbol y se convirtió en un escenario donde conviven tensiones políticas, cálculos electorales y un clima social atravesado por la expectativa del próximo Mundial.
El oficialismo observa que la pelea con el presidente de la AFA funciona como un foco que ordena el debate público, una estrategia que le permite sostener un discurso duro sin entrar en fricciones directas con organismos internacionales.
La cuestión tomó un giro especial cuando Tapia fue confirmado como representante sudamericano ante la FIFA. Ese cargo, respaldado por las federaciones de la región e incluso celebrado por Gianni Infantino, añadió complejidad a un enfrentamiento que se originó en denuncias por irregularidades financieras vinculadas a una firma investigada por lavado de dinero. La tensión creció cuando el Gobierno interpretó que ese aval internacional consolidó la figura de Tapia en un momento de máxima exposición.
En paralelo, la Casa Rosada reforzó señales de autoridad y orden interno. La asunción de Alejandra Monteoliva como ministra de Seguridad y el inminente traspaso en Defensa hacia Carlos Presti se convirtieron en gestos que buscan marcar presencia en áreas sensibles. La recepción de una agente porteña que difundió un episodio policial menor terminó utilizada como símbolo de alineamiento interno. El Presidente aprovechó esos actos para enviar un mensaje de verticalidad y control institucional.
Las tensiones dentro del gabinete, sin embargo, adquirieron otro matiz con la renuncia de Guillermo Francos y la llegada de Manuel Adorni a la jefatura de Gabinete. Ese movimiento consolidó la influencia de Karina Milei, quien ya había sido determinante en el ingreso de Diego Santilli al Ministerio del Interior. La figura de la secretaria general se afianzó como referencia central en la toma de decisiones, un rol que reconfigura la estructura interna del poder.
Mientras tanto, Santiago Caputo cedió terreno y reorganizó su espacio político, lo que abrió la puerta para nuevos equilibrios en áreas estratégicas del Ejecutivo. La SIDE también atravesó movimientos importantes, con cambios en la interlocución y un mayor acercamiento entre su titular, Sergio Neiffert, y la conducción política del Gobierno. Ese reordenamiento dejó expuestas disputas internas que explican en parte el clima actual.
El avance de la crisis económica sumó más elementos a este escenario. El cierre de fábricas y la caída del empleo industrial marcaron un mes complejo, con datos que anticipan un descenso prolongado en la producción. Desde la UIA señalaron un panorama “muy complejo”, con miles de comercios y pequeñas empresas que enfrentan situaciones críticas. La pérdida de puestos de trabajo y el deterioro del consumo conviven con un debate público centrado en el conflicto futbolero.
El Gobierno reconoce que la exposición del caso Tapia actúa como una pantalla que ordena la agenda social en un contexto de descontento. La crisis en la AFA, las sospechas por manejos financieros y el enojo de los hinchas funcionan como un fenómeno que se retroalimenta con cada nueva declaración pública. La disputa, lejos de agotarse, se consolidó como un elemento central en la narrativa oficial.
En este marco, persisten interrogantes sobre cómo impactará todo este proceso en el clima previo al Mundial y qué margen político tendrá el Gobierno para sostener este enfrentamiento mientras la economía continúa bajo presión. El escenario combina tensiones visibles con movimientos reservados, un equilibrio frágil que explica por qué el conflicto con Tapia sigue ocupando el centro de la escena pública. Información extraída de LA17.




