El índice de precios de noviembre fue del 2,5%, pero los argentinos sienten que la inflación real es mucho mayor. La explicación está en cómo el encarecimiento de los servicios esenciales y los alquileres está estrangulando los presupuestos familiares.
Según un informe exclusivo del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) al que tuvo acceso Noticias Argentinas, siete de los doce componentes del índice del INDEC aumentaron su precio relativo desde noviembre de 2023. Este fenómeno, conocido como «cambio de precios relativos», revela que, mientras algunos rubros se abaratan, los gastos fijos ineludibles crecen a un ritmo superior a los ingresos promedio.
El dato oficial, aunque en descenso, sigue siendo alto y genera rechazo en gran parte de la sociedad, que interpreta que el número no refleja con precisión lo que sucede en la economía del hogar. La razón es que el índice es un promedio general que equipara bienes de consumo frecuente, como alimentos, con otros de adquisición esporádica, como un electrodoméstico.
Los servicios y alquileres, la presión que no cede
El factor que más estrangula las finanzas personales es el sostenido encarecimiento de los servicios públicos, las comunicaciones y, sobre todo, los alquileres. Según el análisis del IARAF, los alquileres y servicios públicos conforman el componente que más incrementó su precio relativo desde noviembre de 2023, con una suba acumulada del 55% en dos años.
Esta tendencia se mantiene incluso en el último año, donde estos rubros volvieron a ubicarse en el segundo puesto de mayor crecimiento relativo, con un aumento del 10%. Este comportamiento se contrapone al de otros rubros, como las prendas de vestir y el calzado, cuyo precio relativo se abarató un 29% en el mismo período de dos años.
La dinámica detrás de la percepción ciudadana
La percepción de que «la plata no alcanza» tiene una base estadística sólida. Cuando la carne, las verduras o el pan suben de precio, el impacto en el presupuesto diario es inmediato y tangible. En cambio, una rebaja en el precio de una camisa o un pantalón no se siente de la misma manera, ya que son compras menos frecuentes.
A este concepto se suma el mencionado cambio en los precios relativos. Cuando las tarifas de servicios o los alquileres aumentan por encima de la inflación promedio y, por ende, por encima de la actualización de los salarios o ingresos, el poder adquisitivo se erosiona de manera directa. Los argentinos destinan un porcentaje cada vez mayor de sus ingresos a cubrir estos gastos ineludibles, reduciendo su capacidad para afrontar otros consumos.
Educación y salud: la otra cara de los servicios
El informe detalla el comportamiento dispar dentro del amplio universo de los servicios. En el último año, el precio relativo de la educación fue el que más creció, con un 18%. Este dato refleja el impacto de los ajustes en colegios privados y universidades.
En el extremo opuesto, y de manera llamativa, el servicio de salud fue el que menos aumentó su precio relativo en el lapso de dos años, con una suba del 4,4%. Esta relativa estabilidad, sin embargo, no mitiga la presión general que ejercen el resto de los servicios esenciales sobre la economía familiar.
La inflación, en definitiva, dejó de ser un número uniforme para convertirse en una experiencia desigual. Mientras algunos rubros dan un respiro, el encarecimiento sostenido de los servicios básicos y la vivienda mantienen bajo una presión constante el bolsillo de los argentinos, explicando por qué la sensación de desajuste entre el dato oficial y la realidad cotidiana persiste.




